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jueves, 2 de julio de 2015

La Psicología del maestro

La Psicología del maestro

Ser docente es una profesión tan bonita y de tanta responsabilidad. Quizá para muchos sea la última opción para poder terminar una carrera y tener un trabajo "garantizado", en el que se podrán disfrutar de muchos privilegios, pero que equivocados están. El ser maestro te lleva a adquirir una gran responsabilidad, pues son muchas vidas que tenemos en nuestras manos, vidas que en un futuro podrán ser de bien para la sociedad o perjudicar totalmente a ésta, todo por una mala formación en casa y en la escuela. Estoy de acuerdo en que la enseñanza es un arte, una ciencia y mucho trabajo; puesto que lo he vivido y lo estoy viviendo, tal parece que fuera fácil llegar y controlar un grupo de 35 personas, pero si que es complicado, más aún cuando queremos alcanzar los propósitos que previamente nos hemos definido.
Siempre he pensado que el niño manifiesta en el aula todas las conductas resultantes del hogar, de la convivencia social en casa, en ocasiones culpo al contexto por la mala educación que mis alumnos tienen en la escuela. Pero me he dado cuenta de que no se trata de justificarnos, es decir, si bien es cierto como dice Vygotsky, las interacciones sociales permiten al niño construir sus conocimientos, debo recordar que también el pequeño pasa mucho tiempo en el salón de clases, y es ahí en donde está la función psicológica del maestro, en donde éste puede mejorar al discente o definitivamente acabar de condenarlo.
El profesor tiene un sinnúmero de funciones que cumplir, es guía, es maestro, es amigo, es doctor, es confidente, etc. Todas estas situaciones lo llevan a tener un papel importante en el desarrollo psicosocial y cognoscitivo del niño, a veces no nos ponemos a pensar ¿cuánto pueden herir unas palabras? O más aún ¿cuánto puede afectar un golpe a un niño porque se está "portando mal"? Eso es grave, lo que realmente debemos hacer es motivar a nuestros pequeños, ayudarlos a ser cada día mejores, con buenas palabras, con incentivos y a veces con regaños, pero siempre explicarles el motivo por el cual se les llama la atención.
Por tal razón, hago la invitación a todo aquel que funja como docente, de seamos el amigo y profesor que el niño necesita, y no el capataz y verdugo que arruine su vida.

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