Escriba lo que desea Buscar en este blog

martes, 14 de junio de 2022

ENCUENTRO CON LA SOMBRA

 ENCUENTRO CON LA SOMBRA 

El poder del lado oculto de la naturaleza humana 

Edición a cargo de Connie Zweig y Jeremiah Abrams 

Título original: MEETING THE SHADOW Traducción: David González y Fernando Mora Diseño portada: A. Pániker © 1991 

by Jeremiah Abrams y Connie Zweig ISBN: 84-7245-265-4 

El mal de nuestro tiempo consiste en la pérdida de la conciencia del mal. 

KRISHNAMURTI 

Todo lo que reprimimos nos debilita hasta el momento en que descubrimos que también constituía una parte de nosotros mismos. 

ROBERT FROST

 ¡Si todo fuera tan sencillo! Si en algún lugar existieran personas acechando para perpetrar iniquidades bastaría con separarlos, del resto de nosotros y destruirlos. Pero la línea que divide el bien del mal pasa por el centro mismo del corazón de todo ser humano. ¿Y quien está dispuesto a destruir un solo fragmento de su propio corazón? 

ALEXANDER SOLZHENITSYN 

Lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino. C. G. JUNG 

AGRADECIMIENTOS 

Deseamos expresar nuestra más profunda admiración por los poetas y artistas que nos han mostrado el camino que conduce al lado oscuro, especialmente aquellos cuyas reflexiones sobre el tema de la sombra han influido más profundamente en la elaboración este libro y en nuestra propia vida: C. G. Jung, John A. Sanford, Adolf Guggenbühl-Craig, Marie -Louise von Franz y Robert Bly. También agradecemos el apoyo afectuoso y la creativa colaboración de Jeremy Tarcher, Barbara Shindell, Hank Stine, Daniel Malvin, Paul Murphy, Susan Shankin, Susan Deixler, Lisa Chadwick, Steve Wolf, Joel Covitz, Tom Rautenbe rg, Bob Stein, Suzanne Wagner, Linda Novack, Michael y Kathryn Jaliman, Peter Leavitt, Deena Metzger, Marsha de la O, el círculo de escritores sobre la mujer, Bill y Vivienne Howe, Bruce Burlan, Andrea Schultz y el personal de las bibliotecas del C. G. Jung Institute de Los Angeles y de San Francisco. Mención especial merecen también Jane, Marian, Susan y April, hermanas de sombra de Connie. Un reconocimiento eterno a mis sabios padres y un guiño cómplice para los pa cientes hijos de Jereliah, Raybean y Pito . 

Una breve nota sobre el lenguaje 

Creemos que el lenguaje que compartimos crea y refleja, al mismo tiempo, las actitudes implícitas de nuestra cultura. Por esta razón pedimos disculpas por el anticuado uso de la forma masculina él utilizada en los escritos seleccionados para referirnos al ser humano en general. Actualmente esta práctica parece fuera de tiempo y de lugar. Desafortunadamente, sin embargo, no disponemos todavía de un estilo más adecuado. Esperamos su pronta aparición. 

Los editores 

PRÓLOGO 

Connie Zweig 

En la mitad de mi vida descubrí mis propios demonios. A partir de ese momento gran parte de lo que hasta entonces había considerado como algo positivo se convirtió en una maldición. El anchuroso camino se estrechó, la luz se ensombreció y, en la oscuridad de las tinieblas, mi santo -tan repeinado y bien educado - tropezó con mi pecador. Entonces mi admiración por la Luz, mi apasionado optimismo, mi confianza implícita en los demás y mi compromiso con la meditación y con un camino de iluminación dejaron de ser una bendición y se transformaron en una amenaza, una forma de pensar y de sentir tan profundamente arraigada que parecía arrojarme inerme frente a sus opuestos, el tormento por los ideales frustrados, la angustia por mi ingenuidad y el aspecto más tenebroso de la Divinidad. En esa época tuve el siguiente sueño: 

Estoy en la playa con mi antiguo novio. La gente se está bañando. De pronto aparece un gran tiburón negro y se echa de menos a un niño. Todo el mundo se asusta y el pánico cunde por doquier. Mi novio no comprende el peligro que corre y persigue al pez, una criatura mítica. De algún modo toco al pez y descubro que es de plástico. Clavo entonces un dedo en él, lo pincho y comienza a desinflarse. Mi novio está furioso, como si yo hubiera asesinado a Dios. Para él la vida del tiburón era más importante que la vida humana. Mi novio se marcha caminando junto al agua y yo deambulo durante un rato y termino entrando en el bosque donde me espera una manta azul. 

Cuando analicé este sueño descubrí que jamás había tomado en serio a la sombra. Hasta entonces había creído -en una especie de hubris espiritual- que la disciplina del autocontrol podría ayudarme a dominar la sombra del mismo modo que había hecho con mi dieta y mis estados de ánimo, que la vida interna profunda y comprometida podría protegerme del sufrimiento, que las creencias y las prácticas esotéricas podrían, en fin, aplacar el poder de la sombra. Pero el lado oscuro asume numerosos disfraces. En mi caso la confrontación con la sombra fue espantosa, lacerante y profundamente desalentadora. Las amistades íntimas comenzaron a resquebrajarse hasta terminar rompiéndose y despojándome del aliento vital que hasta entonces me habían proporcionado. Mi fortaleza reveló su vulne rabilidad y en lugar de fomentar mi desarrollo se convirtió en un escollo insalvable. Al mismo tiempo una serie de desagradables potencialidades desconocidas hasta el momento emergieron a la superficie sacudiendo profundamente la imagen de mí mis ma a la que estaba acostumbrada. Entonces todo mi optimismo y el temperamento equilibrado que me caracterizaban se desvanecieron en la nada y me sumí en la desesperación. A los cuarenta años caí en una profunda depresión y viví lo que Herman Hesse denominaba «un infierno de cieno». Entonces brotó de mi interior una furia insospechada -como si súbitamente me hallara poseída por algún primitivo dios airado - que terminó dejándome extenuada y avergonzada. La búsqueda de sentido que había orientado mi vida hacia la investigación, la psicoterapia y la meditación se convirtió en una amenaza. Mi autosuficiencia emocional y mi celosa independencia de los hombres dio paso a una dolorosa vulnerabilidad y súbitamente me transformé en una de esas mujeres que viven obsesionadas por las relaciones ín timas. Mi vida pareció desbaratarse de repente. Todo lo que hasta entonces había sido una realidad incuestionable se vino abajo como un tigre de papel arrastrado por el viento. Sentía que estaba convirtiéndome en lo que nunca había sido y todo lo que tanto me había esforzado en construir perdió su sentido. La madeja de la historia de mi vida comenzó a desenredarse y todo aquello que hasta ese momento había descuidado y menospreciado brotó de mi interior como si se tra tara de otra vida -aunque también mía-, mi imagen especular, mi invisible gemelo. Entonces pude comprender porque hay gente que enlo quece; porque hay personas que se lanzan a vivir apasionadas aventuras amorosas a pesar de disfrutar de una relación matrimonial estable; porque hay quienes gozando de una sólida seguridad económica se dedican a robar, atesorar o malgastar el dinero; entonces comprendí, en fin, por qué Goethe dijo que jamás había escuchado hablar de un crimen que él no fuera también capaz de come ter. Me sentía capaz de cualquier cosa. En esa época recordé haber leído en algún lugar la historia de aquel juez que, poco antes de condenar a muerte a un asesino, reconoce en los ojos del condenado sus propios impulsos criminales. De este modo, los aspectos más lóbregos y criminales de mi ser se hicieron patentes pero, en lugar de condenarlos a muerte y relegarlos de nuevo a las profundidades del reino de la oscuridad, decidí intentar afrontarlos y reorganizar mi vida. Así, después de haber atravesado un período de profunda desesperación, estoy comenzando a sentirme más completa, experimento una expansión de mi naturaleza y mi relación con los demás es mucho más profunda que antes. Cuando hace unos veinte años me hallaba en la cúspide de la soberbia esp iritual mi madre me dijo, en cierta ocasión, que admiraba mi amor por la humanidad pero que dudaba un tanto de mi afecto por los seres humanos individuales. La aceptación gradual de los impulsos más oscuros de mi ser ha favorecido el desarrollo auténtico de mi compasión. Hace un tiempo desdeñaba a las personas normales, llenas de deseos y contradicciones; hoy, en cambio, me parecen algo extraordinario. Para que mi vida externa no quedara destrozada y no tuviera que desechar el creativo estilo de vida que tanto me gusta busqué una forma simbólica de favorecer el alumbramiento de mi sombra. Para ello, durante la elaboración de este libro viajé a Bali, donde la lucha entre el bien y el mal constituye el tema central de cualquier danza y de cualquier espectáculo de sombras chinescas. Existe incluso un ritual de iniciación en el que, a los diecisiete años, los balineses liman sus colmillos para exorcisar los demonios de la ira, los celos, el orgullo y la avaricia después del cual el individuo se siente purificado y renovado. Lamentablemente, sin embargo, hace mucho tiempo que nuestra cultura ha dejado de prestar atención a este tipo de ceremonias de iniciación. De este modo, la elaboración de este libro ha terminado convirtiéndose para mí en una forma de cartografiar el camino del descenso y de llevar la luz a la oscuridad. 

INTRODUCCIÓN: 

EL LADO OSCURO DE LA VIDA COTIDIANA 

Connie Zweig y Jeremiah Abrams 

¿Cómo puede haber tanta maldad en el mundo? 

Conociendo a la humanidad lo que me asombra es que no haya más. 

WOODY ALLEN, Hannah y sus hermanas 

En 1886 -más de una década antes de que Freud se zambullera en las profundidades de la mente humanaRobert Louis Stevenson tuvo un sueño muy revelador en el que un hombre perseguido por haber cometido un crimen ingiere una pócima y sufre un cambio drástico de personalidad que le hace irreconocible. De esta manera, el Dr. Jekyll, un amable y esforzado científico, termina transformándose en el violento y despiadado Mr. Hyde, un personaje cuya maldad iba en aumento a medida que se desarrollaba el sueño. 

Stevenson utilizó la materia prima de este sueño como argumento para escribir su hoy famoso El Extraño Caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Con el correr de los años el tema de esta novela ha terminado formando parte integral de nuestra cultura popular y no es infrecuente escuchar a nuestros semejantes tratando de explicar su conducta con justificaciones del tipo: «no era yo mismo», «era como si un demonio le poseyera» o «se convirtió en una bruja», por ejemplo. Según el analista junguiano John A. Sanford, los argumentos que resuenan en gran parte de la humanidad encierran cualidades arquetípicas que pertenecen a los sedimentos más universales de nuestro psiquismo. 

Cada uno de nosotros lleva consigo un Dr. Jekyll y un Mr. Hyde, una persona afable en la vida cotidiana y otra entidad oculta y tenebrosa que permanece amordazada la mayor parte del tiempo. Bajo la máscara de nuestro Yo consciente descansan ocultas todo tipo de emociones y conductas negativas -la rabia, los celos, la vergüenza, la mentira, el resentimiento, la lujuria, el orgullo y las tendencias asesinas y suicidas, por ejemplo -. Este territorio arisco e inexplorado para la mayoría de nosotros es conocido en psicología como sombra personal. 

Introducción a la sombra 

La sombra personal se desarrolla en todos nosotros de manera natural durante la infancia. Cuando nos identificamos con determinados rasgos ideales de nuestra personalidad -como la buena educación y la generosidad, por ejemplo, cualidades que, por otra parte, son reforzadas sistemáticamente por el entorno que nos rodea- vamos configurando lo que W. Brugh Joy llama el Yo de las Resoluciones de Año Nuevo. No obstante, al mismo tiempo, vamos desterrando también a la sombra aquellas otras cualidades que no se adecuan a nuestra imagen ideal -como la grosería y el egoísmo, por ejemplo -. De esta manera, el ego y la sombra se van edificando simultáneamente, alimentándose, por así decirlo, de la misma experiencia vital. 

 1 Yo es la traducción de Self; nos ha parecido más apriopiado que la habitual símismo o el término original inglés. (N. del E.)

Carl G. Jung descubrió la indisolubilidad del ego y de la sombra en un sueño que recoge en su autobiografía Recuerdos, Sueños, Pensamientos: 

Era de noche y me hallaba en algún lugar desconocido avanzando lenta y penosamente en medio de un poderoso vendaval. La niebla lo cubría todo. Yo sostenía y protegía con las manos una débil lucecilla que amenazaba con apagarse en cualquier momento. Todo parecía depender de que consiguiera mantener viva esa luz. 

De repente tuve la sensación de que algo me seguía. Entonces me giré y descubrí una enorme figura negra que avanzaba tras de mí. A pesar del terror que experimenté no dejé de ser consciente en todo momento de que debía proteger la luz a través de la noche y la tormenta. Cuando desperté me di cuenta de inmediato de que la figura que había visto en sueños era mi sombra, la sombra de mi propio cuerpo iluminado por la luz recortándose en la niebla. También sabía que esa luz era mi conciencia, la única luz que poseo, una luz infinitamente más pequeña y frágil que el poder de las tinieblas pero, al fin y al cabo, una luz, mi única luz. 

Son muchas las fuerzas que coadyuvan a la formación de nuestra sombra y determinan lo que está permitido y lo que no lo está. Los padres, los parientes, los maestros, los ami gos y los sacerdotes constituyen un entorno complejo en el que aprendemos lo que es una conducta amable, adecuada y moral y lo que es un comportamiento despreciable, bochornoso y pecador. La sombra opera como un sistema psíquico autónomo que perfila lo que es el Yo y lo que no lo es. Cada cult ura -e in cluso cada familia - demarca de manera diferente lo que corresponde al ego y lo que corresponde a la sombra. Algunas, por ejemplo, permiten la expresión de la ira y la agresividad mientras que la mayoría, por el contrario, no lo hacen así; unas reconocen la sexualidad, la vulnerabilidad y las emo ciones intensas y otras no; unas, en fin, consienten la ambición por el dinero, la expresión artística y o el desarrollo intelectual mientras que otras, en cambio, apenas si las toleran. 

En cualquiera de los casos, todos los sentimientos y capacidades rechazados por el ego y desterrados a la sombra alimentan el poder oculto del lado oscuro de la naturaleza humana. No todos ellos, sin embargo, son rasgos negativos. Según la analista junguiana Liliane Frey-Rohn, este misterioso tesoro encierra tanto facetas infantiles, apegos emocionales y síntomas neuróticos como aptitudes y talentos que no hemos llegado a desarrollar. Así, en sus mismas palabras, la sombra «permanece conectada con las profundidades olvidadas del alma, con la vida y la vitalidad; ahí puede establecerse contacto con lo superior, lo creativo y lo universalmente humano». 

La enajenación de la sombra 

Nosotros no podemos percibir directamente el dominio oculto de la sombra ya que ésta, por su misma naturaleza, resulta difícil de aprehender. La sombra es peligrosa e inquietante y parece huir de la luz de la conciencia como si ésta constituyera una amenaza para su vida. El prolífico analista junguiano James Hillman dice: «El in consciente no puede ser consciente, la luna tiene su lado os curo, el sol también se pone y no puede brillar en todas partes al mismo tiempo y aún el mismo Dios tiene dos manos. La atención y la concentración exigen que ciertas cosas se mantengan fuera del campo de nuestra visión y permanezcan en la oscuridad. Es imposible estar en ambos lugares al mismo tiempo». Así pues, sólo podemos ver a la sombra indirectamente a través de los rasgos y las acciones de los demás, sólo podemos darnos cuenta de ella con seguridad fuera de nosotros mismos. Cuando, por ejemplo, nuestra admiración o nuestro rechazo ante una determinada cualidad de un individuo o de un grupo -como la pereza, la estupidez, la sensualidad o la es piritualidad, pongamos por caso- es desproporcionada, es muy probable que nos hallemos bajo los efectos de la sombra. De este modo, pretendemos expulsar a la sombra de nuestro interior proyectando y atribuyendo determinadas cualidades a los demás en un esfuerzo inconsciente por desterrarlas de nosotros mismos. La analista junguiana Marie -Louise von Franz ha insinuado que el mecanismo de la proyección se asemeja al he cho de disparar una flecha mágica. Si el receptor tiene un punto débil como para recibir la proyección la flecha da en el blanco. Así, por ejemplo, cuando proyectamos nuestro enfado sobre una pareja insatisfecha, nuestro seductor encanto sobre un atractivo desconocido o nuestras cualidades espirituales sobre un guru, nuestra flecha da en el blanco y la proyección tiene lugar estableciéndose, a partir de entonces se produce un misterioso vínculo entre el emisor y el re ceptor, cosa que ocurre, por ejemplo, cuando nos enamoramos, cuando descubrimos a un héroe inmaculado o cuando tropezamos con alguien absolutamente despreciable, por ejemplo. Nuestra sombra personal contiene todo tipo de capacidades potenciales sin manifestar, cualidades que no hemos desarrollado ni expresado. Nuestra sombra personal constituye una parte del inconsciente que complementa al ego y que representa aquellas características que nuestra personalidad consciente no desea reconocer y, consecuentemente, repudia, olvida y destierra a las profundidades de su psiquismo sólo para reencontrarlas nuevamente más tarde en los enfrentamientos desagradables con los demás. 

El encuentro con la sombra 

Pero aunque no podamos contemplarla directamente la sombra aparece continuamente en nuestra vida cotidiana y podemos descubrirla en el humor (en los chistes sucios o en las payasadas, por ejemplo) que expresan nuestras emocio nes más ocultas, más bajas o más temidas. Cuando algo nos resulta muy divertido -el resbalón sobre una piel de plátano o el descubrimiento de un tabú corporal-, también nos hallamos en presencia de la sombra. Según John A. Sanford, la sombra suele ser la que ríe y se divierte, por ello es muy pro bable que quienes carezcan de sentido del humor tengan una sombra muy reprimida. La psicoanalista inglesa Molly Tuby describe seis modalidades diferentes para descubrir a la sombra en nuestra vida cotidiana: 

· En los sentimientos exagerados respecto de los demás. («¡No puedo creer que hiciera tal cosa!» «¡No comprendo cómo puede llevar esa ropa!») 

· En el feedback negativo de quienes nos sirven de espejo. («es la tercera vez que llegas tarde sin decírmelo. ») 

· En aquellas relaciones en las que provocamos de continuo el mismo efecto perturbador sobre diferentes personas. («Sam y yo creemos que no has sido sincero con nosotros.») · En las acciones impulsivas o inadvertidas. («No quería decir eso.») 

· En aquellas situaciones en las que nos sentimos humillados. («Me avergüenza su modo de tratarme.») 

· En los enfados desproporcionados por los errores come tidos por los demás. («¡Nunca hace las cosas a su debido tiempo!» «Realmente no controla para nada su peso.») 

También podemos reconocer la irrupción inesperada de la sombra cuando nos sentimos abrumados por la vergüenza o la cólera o cuando descubrimos que nuestra conducta está fuera de lugar. Pero la sombra suele retroceder con la misma prontitud con la que aparece porque descubrirla puede constituir una amenaza terrible para nuestra propia imagen. Es precisamente por este motivo que rechazamos tan rá pidamente -sin advertirlas siquiera - las fantasías asesinas, los pensamientos suicidas o la embarazosa envidia que tantas cosas podría revelarnos sobre nuestra propia oscuridad. R. D. Laing describía poéticamente este reflejo de negación de la mente del siguiente modo: 

El rango de lo que pensamos y hacemos 

está limitado por aquello de lo que no nos damos cuenta. 

Y es precisamente el hecho de no darnos cuenta 

de que no nos damos cuenta 

lo que impide que podamos hacer algo 

por cambiarlo. 

Hasta que nos demos cuenta 

de que no nos damos cuenta 

seguirá moldeando nuestro pensamiento y nuestra acción. 

Si la negación persiste, como dice Laing, ni siquiera nos daremos cuenta de que no nos damos cuenta. Es frecuente, por ejemplo, que el encuentro con la sombra tenga lugar en la mitad de la vida, cuando nuestras necesidades y valores más profundos tienden a cambiar el rumbo de nuestra vida determinando incluso, en ocasiones, un giro de ciento ochenta grados y obligándonos a romper nuestros viejos hábitos y a cultivar capacidades latentes hasta ese momento. Pero a menos que nos detengamos a escuchar esta demanda permanecere mos sordos a sus gritos. 

La depresión también puede ser la consecuencia de una confrontación paralizante con nuestro lado oscuro, un equivalente contemporáneo de la noche oscura del alma de la que hablan los místicos. Pero la necesidad a interna de descender al mundo subterráneo puede ser postergada por multitud de causas, como una jornada laboral muy larga, las distracciones o los antidepresivos que sofocan nuestra desesperación. En cualquiera de estos casos el verdadero objetivo de la melancolía escapa de nuestra comprensión. 

Encontrar a la sombra nos obliga a ralentizar el paso de nuestra vida, escuchar las evidencias que nos proporciona el cuerpo y concedernos el tiempo necesario para poder estar solos y digerir los crípticos mensajes procedentes del mundo subterráneo.

La sombra colectiva 

Hoy en día, cada vez que abrimos un periódico o vemos el telediario tropezamos cara a cara con los aspectos más tenebrosos de la naturaleza humana. Los mensajes emitidos a diario por los medios de difusión de masas a toda nuestra aldea global electrónica evidencian de continuo las secuelas más lamentables de la sombra. El mundo se ha convertido así en el escenario de la sombra colectiva. La sombra colectiva -la maldad humana- reclama por doquier nuestra atención: vocifera desde los titu lares de los quioscos; deambula desamparada por nuestras calles dormitando en los zaguanes; se agazapa detrás de los neones que salpican de color los rincones más sórdidos de nuestras ciu dades; juega con nuestro dinero desde las entidades finan cieras; alimenta la sed de poder de los políticos y corrompe nuestro sistema judicial; conduce ejércitos invasores hasta lo más profundo de la jungla y les obliga a atravesar las arenas del desierto; trafica vendiendo armas a enloquecidos líderes y entrega los bene ficios a insurrectos reaccionarios; poluciona nuestros ríos y nuestros océanos y envenena nuestros alimentos con pesticidas invisibles. 

Estas consideraciones no son el resultado de un nuevo fundamentalismo basado en una actualizada versión bíblica de la realidad. Nuestra época nos ha forzado a ser testigos de este dantesco espectáculo. 

No hay modo de eludir el espantoso y sombrío fantasma invocado por la corrupción política, el fanatismo terrorista y los criminales de cuello blanco. Nuestro apetito interno de totalidad -patente ahora más que nunca en el sofisticado engranaje de la comunicación glo bal- nos exige hacer frente a la conflictiva hipocresía que se extiende por doquier. 

De este modo, mientras que muchos individuos y grupos viven los aspectos socialmente más benignos de la existencia otros, en cambio, padecen sus facetas más desagradables y terminan convirtiéndose en el objeto de las proyecciones grupales negativas de sombra colectiva (véase sino fenómenos tales como la caza de brujas, el racismo o el proceso de creación de enemigos, por ejemplo). Así, para el anticomunismo norteamericano la Unión Soviética es el imperio del mal mientras que los musulmanes consideran que los Estados Unidos encarnan el poder de Satán; según los nazis los judíos son sabandijas bolcheviques, en opinión de los monjes cristianos las brujas están aliadas con el diablo y para los defensores sudafricanos del appartheid y para los miembros del Ku Klux Klan los negros no son seres humanos y, por tanto, no merecen los derechos y los privilegios de los que gozan los blancos. 

El poder hipnótico y la naturaleza contagiosa de estas intensas emociones resulta evidente en la expansión de la persecución racial, la violencia religiosa y las tácticas propias de la caza de brujas. Es como si unos seres humanos ataviados con sombrero blanco intentaran deshumanizar a quienes no lo llevan para justificarse a sí mismos y terminar convenciéndose de que exterminarlos no significa, en realidad, matar seres humanos. 

A lo largo de la historia la sombra ha aparecido ante la imaginación del ser humano asumiendo aspectos tan diversos como, por ejemplo, un monstruo, un dragón, Frankenstein, una ballena blanca, un extraterrestre o alguien tan ruin que difícilmente podemos identificarnos con él y que rechazamos como si de la Gorgona se tratara. Uno de las principales finalidades de la literatura y del arte ha sido la de mostrar el aspecto oscuro de la naturaleza humana. Como dijo Nietzsche: «El arte impide que muramos de realidad». 

Cuando utilizamos el arte o los medios de difusión de masas -incluida la propaganda política- para referirnos a alguien y convertirlo en un diablo, estamos intentando debilitar sus defensas y adquirir poder sobre él. Esto podría ayudarnos a comprender la plaga del belicismo y del fanatismo religioso puesto que el rechazo o la atracción por la violencia y el caos de nuestro mundo nos lleva a convertir mentalmente a los demás en los depositarios del mal y los enemigos de la civilización. El fenómeno de la proyección también puede dar cuenta de la enorme popularidad de las novelas y de las películas de terror ya que, de ese modo, la representación vicaria de la sombra nos permite reactivar y quizás liberar nuestros impulsos más perversos en el entorno seguro que nos ofrece un libro o una sala cinematográfica. 

Los cuentos para niños suelen referirse a la lucha entre las fuerzas del bien -ejemplificadas por las hadasy las fuerzas del mal -representadas por espantosos demonios-. De este modo los niños suelen ser iniciados en el fenómeno de la sombra superando de manera vicaria las pruebas que deben afrontar sus héroes y sus heroínas, aprendiendo así las pautas universales del destino del ser humano. 

La censura actual se debate en el campo de los medios de comunicación de masas y de la música pero quienes se aprestan a silenciar la voz de la oscuridad no alcanzan a comprender nuestra urgente necesidad de escucharla. Así, si bien los censores se esfuerzan denodadamente en reescribir La Caperucita Roja para que ésta no termine siendo devorada por el lobo ignoran, por otra parte, que de ese modo lo único que consiguen es entorpecer el camino para que los niños afronten el mal con el que necesariamente deberán tropezar a lo largo de su vida. 

Cada familia, al igual que cada sociedad, tiene sus propios tabús, sus facetas ocultas. La sombra familiar engloba todos aquellos sentimientos y acciones que la conciencia vigílica de la familia considera demasiado amenazadoras para su propia imagen y, consecuentemente, rechaza. Para una honrada y conservadora familia cristiana puede tratarse de la adicción a la bebida o del hecho de casarse con alguien perteneciente a otra confesión religiosa; para una familia atea y liberal, en cambio, quizás se trate de las relaciones homosexuales, por ejemplo. En nuestra sociedad los malos tratos conyugales y el abuso infantil, oculto hasta hace poco en la sombra de la familia, emerge hoy en proporciones epidémicas a la luz del día. 

El lado oscuro de la sombra no constituye una adquisición evolutiva reciente fruto de la civilización y de la educación sino que hunde sus raíces en la sombra biológica que se asienta en nuestras mismas células. A fin de cuentas, nuestros ancestros animales consiguieron sobrevivir gracias a sus uñas y sus dientes. Nuestra bestia -aunque se mantenga enjaulada la mayor parte del tiempo- permanece todavía viva. 

Muchos antropólogos y sociobiólogos creen que la maldad humana es el resultado de refrenar nuestra agresividad, de elegir la cultura sobre la naturaleza y de perder el contacto con nuestro estado salvaje. En esta línea; el médico y antropólogo Melvin Konner cuenta en The Tangled Wing la historia de aquel hombre que fue al zoológico y acercándose a un cartel que decía «El Animal Más Peligroso de la Tierra» descubrió asombrado que se hallaba ante un espejo. 

Conócete a ti mismo 

En la antigüedad los seres humanos conocían las diversas dimensiones de la sombra: la personal, la colectiva, la familiar y la biológica. En los dinteles de piedra del hoy derruido templo de Apolo en Delfos -construido sobre una de las laderas del monte Parnaso- los sacerdotes grabaron dos inscripciones, dos preceptos, que han terminado siendo muy fa mosos y siguen conservando en la actualidad todo su sentido. En el primero de ellos, 

«Conócete a ti mismo», los sacerdotes del dios de la luz aconsejaban algo que nos in cumbe muy directamente: conócelo todo sobre ti mismo, lo cual podría traducirse como conoce especialmente tu lado oscuro. 

Nosotros somos herederos directos de la mentalidad grie ga pero preferimos ignorar a la sombra, ese elemento que perturba nuestra personalidad. La religión griega, que comprendía perfectamente este problema, reconocía y respetaba también el lado oscuro de la vida y celebraba anualmente -en la misma ladera de la montaña- las famosas bacanales, orgías en las que se honraba la presencia contundente y creativa de Dionisos, el dios de la naturaleza, entre los seres humanos. Hoy en día Dionisos perdura entre nosotros en forma degradada en la figura de Satán, el diablo, la personificación del mal, que ha dejado de ser un dios a quien debemos respeto y tributo para convertirse en una criatura con pezuñas desterrada al mundo de los ángeles caídos. 

Marie -Louise von Franz reconoce las relaciones existentes entre el diablo y nuestra sombra personal afirmando: «En la actualidad, el principio de individuación está ligado al elemento diabólico ya que éste representa una separación de lo divino en el seno de la totalidad de la naturaleza. De este modo, los elementos perturbadores- como los afectos, el impulso autónomo hacia el poder y cuestiones similaresconstituyen factores diabólicos que perturban la unidad de nuestra personalidad». 

Nada en exceso 

La segunda inscripción cincelada en Delfos, «Nada en exceso», es, si cabe, todavía más pertinente a nuestro caso. Según E. R. Dodds, se trata de una máxima por la que sólo puede regirse quien conoce a fondo su lujuria, su orgullo, su rabia, su gula -todos sus vicios en definitiva - ya que sólo quien ha comprendido y aceptado sus propios límites puede decidir ordenar y humanizar sus acciones. 

Vivimos en una época de desmesura: demasiada gente, demasiados crímenes, demasiada explotación, demasiada polución y demasiadas armas nucleares. Todos reconocemos y censuramos estos abusos aunque al mismo tiempo nos sintamos incapaces de solucionarlos. 

¿Pero qué es, en realidad, lo que podemos hacer con todo esto? La mayor parte de las personas destierran directamente las cualidades inaceptables e inmoderadas a la sombra in consciente o las expresan en sus conductas más oscuras. De este modo, sin embargo, los excesos no desaparecen sino que terminan transformándose en síntomas tales como los sentimientos y las acciones profundamente negativas, los sufrimientos neuróticos, las enfermedades psicosomáticas, las depresiones y el abuso de drogas, por ejemplo.

El hecho es que cuando sentimos un deseo muy intenso y lo relegamos a la sombra opera desde ahí sin tener en cuenta a los demás; cuando estamos muy hambrientos y rechazamos ese impulso terminamos atormentando a nuestro cuerpo comiendo y bebiendo en exceso; cuando sentimos una aspiración elevada y la desterramos a la sombra nos condenamos a la búsqueda de gratificaciones sustitutorias instantáneas o nos entregamos a actividades hedonistas tales como el abuso de alcohol o drogas. La lista podría ser interminable pero lo cierto es que podemos observar por doquier los excesos del crecimiento desmesurado de la sombra: 

· La amoralidad de la ciencia y la estrechísima colabora ción existente entre el mundo de los negocios y la tecnología pone en evidencia nuestro deseo incontrolado de aumentar nuestro conocimiento y nuestro dominio sobre la naturaleza. 

· El papel distorsionado y codependiente de quienes se dedican a las profesiones de ayuda y la codicia de médicos y empresas farmacéuticas que se manifiesta en la compulsión farisaica a ayudar y curar a los demás. 

· La apatía del trabajo alienante, la rápida obsolescencia generada por la automación y la hubris del éxito se expresan en la aceleración y deshumanización de los trabajos. 

· El interés desmesurado en la maximización de los beneficios y el progreso que se evidencian en el crecimiento a ultranza del mercantilismo. 

· El consumismo, el abuso de la publicidad, el derroche y la polución desenfrenada nos revelan el grado de materialismo hedonista existente en nuestra sociedad. 

· El narcisismo generalizado, la explotación personal, la manipulación de los demás y el abuso de mujeres y niños evidencia el deseo de controlar las dimensiones innatamente incontrolables de nuestra propia vida. 

· La obsesión por la salud, las dietas, los medicamentos y la longevidad a cualquier precio testimonia nuestro permanente miedo a la muerte. Estas facetas oscuras impregnan todos los estratos de nuestra sociedad y las soluciones que suelen ofrecerse a los excesos de la sombra colectiva, no hacen más que agravar el problema. Consideremos, por ejemplo, las atrocidades cometidas por el fascismo y el autoritarismo en Europa -intentos reaccionarios de solucionar el desorden social, la decadencia y la permisividad de la época o el moderno resurgimiento del fundamentalismo religioso y político que se extiende por doquier y que, en palabras de W. B. Yeats, ha «desatado la anarquía sobre el mundo». A esto se refería Jung cuando decía: «Hemos olvidado in genuamente que bajo el mundo de la razón descansa otro mundo. Ignoro lo que la humanidad deberá soportar todavía antes de que se atreva a admitirlo». 

Ahora o nunca 

Desde tiempo inmemorial la historia nos evidencia las pla gas de la maldad humana. Naciones enteras han caído en ataques de histeria colectiva de dimensiones devastadoras. Hoy en día el aparente final de la guerra fría nos coloca en una situación excepcionalmente esperanzadora. Por primera vez las naciones parecen reflexionar sobre sí mismas y tratan de cambiar de rumbo. El siguiente artículo, citado por Jerome S. Bernstein en su libro Power and Politics, es sumamente elo cuente a este respecto. El 11 de junio de 1988 el Philadelphia Inquirer comentaba del siguiente modo la noticia del gobierno soviético anunciando la suspensión temporal de los exámenes de historia en todo el país: 

La Unión Soviética anunció ayer la suspensión de los exámenes finales de historia de más de cincuenta y tres millones de estudiantes arguyendo que los textos de historia habían envenenado con mentiras «las mentes y los cuerpos» de generaciones enteras de niños soviéticos. 

Isvestia, órgano oficial del gobierno, afirmaba que esta decisión excepcional pretende acabar con la transmisión de mentiras de generación en generación, un proceso que originó la consolidación de un sistema político y económico estalinista al que los actuales líderes quieren poner fin. 

«La culpabilidad de quienes han engañado de ese modo a generaciones enteras... es inconmensurable», rezaba uno de los titulares del artículo. «Hoy estamos recogiendo los amargos frutos de nuestra propia lasitud moral, estamos pagando por la conformidad y el silencio aprobador que tanto nos avergüenza y que impide que podamos mirar a la cara y responder sinceramente a las preguntas de nuestros hijos». 

Esta admirable confesión pública de toda una nación jalona el final de una era. Según Sam Keen, autor de Faces of the Enemy, «las únicas naciones seguras son aquellas que recurren de manera sistemática a la vacuna de la libertad de prensa y en la que se desoyen los gritos emponzoñados que apelan al "destino divino" y la paranoia santificada». Hoy en día el mundo se mueve en dos direcciones aparentemente opuestas, una de ellas se aleja de los regímenes fanáticos y totalitarios mientras que otra se dirige hacia ellos. Ante tales fuerzas nos sentimos impotentes o experimentamos una sensación de culpabilidad por nuestra complicidad inconsciente en la situación en que se halla inmerso nuestro mundo. Hace ya más de medio siglo que Jung describió explícitamente la naturaleza de este vínculo: «La voz interna pertenece a la conciencia cualesquiera sean los sufrimientos de la totalidad -sea cual fuere la nación o la humanidad de la que formemos parte. El mal se presenta pues en forma individual y debemos comenzar suponiendo que sólo constituye un rasgo del carácter individual». 

Sólo disponemos de una forma de protegernos de la maldad humana representada por la fuerza inconsciente de las masas: desarrollar nuestra conciencia individual. Si desperdiciamos esta oportunidad para aprender o fracasamos en actualizar lo que nos enseña el espectáculo de la conducta humana perderemos nuestra capacidad de cambiarnos a nosotros mismos y, consecuentemente, de cambiar también al mu ndo. El mal permanecerá siempre con nosotros lo cual no significa, sin embargo, que debamos tolerar sus desmesuradas consecuencias. 

En 1959 Jung dijo: «Es inminente un gran cambio en nuestra actitud psicológica. El único peligro que existe reside en el mis mo ser humano. Nosotros somos el único peligro pero lamentablemente somos inconscientes de ello. En nosotros radica el origen de toda posible maldad». Walt Kelly, el dibujante de Pogo, dijo simplemente: «Hemos encontrado al enemigo, somos nosotros mismos». Hoy en día debemos renovar el significado psicológico de la idea de poder individual. La frontera para enfrentarnos a la sombra se halla -hoy como siempre - en el interior del individuo. 

Recuperar la sombra 

El descubrimiento de la sombra tiene por objeto fomentar nuestra relación con el inconsciente y expandir nuestra identidad compensando, de ese modo, la unilateralidad de nuestras actitudes conscientes con nuestras profundidades inconscientes. Según el novelista Tom Robbins «descubrir la sombra nos permite estar en el lugar correcto del modo correcto». Cuando mantenemos una relación correcta con la sombra el inconsciente deja de ser un monstruo diabólico ya que, como señalaba Jung, «la sombra sólo resulta peligrosa cuando no le prestamos la debida atención». 

Cuando mantenemos una relación adecuada con la sombra reestablecemos también el contacto con nuestras capacidades ocultas. El trabajo con la sombra -un término acuñado para referimos al esfuerzo constante por desarrollar una relación creativa con la sombra- nos permite: 

· Aumentar el autoconocimiento y, en consecuencia, aceptamos de una manera más completa. · Encauzar adecuadamente las emociones negativas que irrumpen inesperadamente en nuestra vida cotidiana. 

· Liberamos de la culpa y la vergüenza asociadas a nuestros sentimientos y acciones negativas. 

· Reconocer las proyecciones que tiñen de continuo nuestra opinión de los demás. 

· Sanar nuestras relaciones mediante la observación sincera de nosotros mísmos y la comunicación directa. 

· Y utilizar la imaginación creativa -vía sueños, pintura, escritura y rituales- para hacernos cargo de nuestro yo alienado. 

Quizás... quizás de ese modo dejemos de oscurecer la densidad de la sombra colectiva con nuestras propias tinieblas personales. 

La astróloga y analista junguiana británica Liz Greene señala la naturaleza paradójica de la sombra como depositaria de la oscuridad y baliza que jalona el camino hacia la luz. En su opinión: «El lado enfermo y doliente de nuestra personalidad encierra simultáneamente a la sombra oscura que se niega a cambiar y al redentor que puede transformar nuestra vida y modificar nuestros propios valores. En cierto modo este redentor es anormal porque lleva consigo algún tipo de estigma. Por ello puede descubrir el tesoro escondido, salvar a la princesa o matar al dragón. La sombra es, pues, al mismo tiempo, aquello a redimir y el sufrimiento redentor».

PRIMERA PARTE: 

¿QUÉ ES LA SOMBRA?

VER MÁS AQUÍ

https://www.josepmariacarbo.cat/themes/demo/assets/docs/JUNG-CARL-Encuentro-con-la-sombra.pdf

FUENTE DE ORIGEN

El esforzarnos por alcanzar la perfección

 

El esforzarnos por alcanzar la perfección

¿Cómo podemos esforzarnos por cumplir el mandamiento: “Sed, pues, vosotros perfectos”?

Introducción

El presidente Harold B. Lee enseñó la importancia del seguir el ejemplo del Salvador al esforzarnos por alcanzar la perfección:

“Estoy convencido de que el Maestro no pensaba en una perfección relativa cuando dijo: ‘Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto’ [Mateo 5:48]… ¿Suponen que el Salvador propuso una meta que no es posible alcanzar y que de ese modo nos engañaría en nuestros esfuerzos por intentar alcanzar la perfección? Si bien es imposible que lleguemos aquí, en la vida terrenal, al estado de perfección de que habló el Maestro, en esta vida establecemos el fundamento sobre el cual edificaremos en la eternidad; por consiguiente, debemos asegurarnos de establecer nuestro fundamento sobre la verdad, la rectitud y la fe. Para alcanzar esa meta, debemos guardar los mandamientos de Dios y ser fieles hasta el fin de nuestras vidas aquí, y, posteriormente, más allá de la tumba, seguir [progresando] en rectitud y en conocimiento hasta llegar a ser como nuestro Padre Celestial…

“…[El apóstol Pablo] señaló el camino por el cual se llega a la perfección. Refiriéndose a Jesús, dijo: ‘Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen’ (Hebreos 5:8–9)…

“…No dejemos, entonces, pasar un solo día sin aprender del gran libro de lecciones que es la vida [de Cristo], su camino hacia la vida perfecta, y andemos por él hacia nuestra meta eterna”1.

Enseñanzas de Harold B. Lee

¿Por qué el comprender lo que nos falta nos ayuda a llegar a ser perfectos?

[Hay] tres factores esenciales que son necesarios para inspirar a la persona a llevar una vida parecida a la de Cristo o, hablando con mayor exactitud en el lenguaje de las Escrituras, a vivir de un modo más perfecto, como vivió el Maestro. El primer factor esencial que deseo nombrar es: La persona debe cobrar mayor conciencia de lo que le haga falta para perfeccionarse.

Al joven rico no le hacía falta arrepentirse del asesinato ni de pensamientos homicidas. No había que impartirle conocimientos sobre cómo arrepentirse de cometer adulterio, ni de robar, ni de mentir, ni de estafar ni de no honrar a su madre. Él dijo que todo eso lo había guardado desde su juventud; pero la pregunta que hizo fue: “¿Qué más me falta?” [véase Mateo 19:16–22].

El Maestro, con Su discernimiento cabal y Su poder de Gran Maestro, diagnosticó a la perfección el caso del joven: Lo que le hacía falta era superar su amor por las cosas del mundo, su inclinación a confiar en las riquezas. Entonces Jesús le prescribió el remedio eficaz al decirle: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme” (Mateo 19:21).

Cuando ocurrió la espectacular conversión del apóstol Pablo y éste quedó físicamente ciego por el resplandor de la luz que le rodeó cuando iba camino a Damasco… “oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” [Hechos 9:4]. Y desde lo más profundo de la humillada alma de Saulo provino la pregunta que siempre hace el que se da cuenta de que algo le hace falta: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” [Hechos 9:6]…

Enós, nieto de Lehi, cuenta de la lucha que tuvo ante Dios, antes de recibir la remisión de sus pecados. No se nos dice cuáles fueron sus pecados, pero evidentemente los confesó con toda franqueza. En seguida, él dice: “Y mi alma tuvo hambre…” [Enós 1:4]. Como ven, el haber llegado a darse cuenta de su gran necesidad, tras su profundo examen de conciencia, le hizo enfrentarse con la realidad de que le faltaba algo.

Esa virtud de percibir que a uno le hace falta algo la expresó el Maestro en el gran Sermón del monte cuando dijo: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3). Ser pobre en espíritu, naturalmente, significa estar espiritualmente necesitado, sentirse espiritualmente tan empobrecido que se busca ayuda en ese aspecto con gran anhelo…

Todo el que desee alcanzar la perfección debe preguntarse en alguna ocasión: “¿Qué más me falta?”, si desea comenzar a subir por la carretera que lleva a la perfección…

¿Por qué el nacer de nuevo nos sirve para llegar a ser perfectos?

El segundo factor esencial para alcanzar la perfección que deseo nombrar se encuentra indicado en la conversación que tuvo el Maestro con Nicodemo. Cuando Nicodemo fue a Él, el Maestro percibió que éste deseaba que le respondiese a la pregunta que muchos otros le habían hecho: “¿Qué debo hacer para ser salvo?”. Y el Maestro le respondió: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Nicodemo entonces le dijo: “¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo?…” Jesús le respondió: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:3–5).

La persona debe “nacer de nuevo” si desea alcanzar la perfección, a fin de ver el reino de Dios, o sea, entrar en él. ¿Y cómo se nace de nuevo? Esa misma pregunta la hizo Enós. Recordarán la sencilla respuesta que recibió: “Por tu fe en Cristo, a quien nunca jamás has oído ni visto. Y pasarán muchos años antes que él se manifieste en la carne; por tanto, ve, tu fe te ha salvado” [Enós 1:8].

Un día en que el hermano Marion G. Romney y yo nos encontrábamos en la oficina, fue a vernos un joven que se estaba preparando para ir a la misión; le habían entrevistado de la manera habitual y él había confesado ciertas transgresiones de su juventud. Nos dijo: “Sin embargo, el haber confesado no me satisface. ¿Cómo puedo saber si he sido perdonado?”. En otras palabras: “¿Cómo puedo saber si he nacido de nuevo?”. Consideraba que no podía ir a la misión en el estado en que se hallaba.

Mientras conversábamos, el hermano Romney le dijo: “Hijo, ¿recuerda lo que dijo el rey Benjamín?”. Éste se encontraba predicando a algunos que se habían compungido de corazón porque ‘se habían visto a sí mismos en su propio estado carnal, aún menos que el polvo de la tierra. Y todos a una voz clamaron, diciendo: ¡Oh, ten misericordia, y aplica la sangre expiatoria de Cristo para que recibamos el perdón de nuestros pecados, y sean purificados nuestros corazones; porque creemos en Jesucristo, el Hijo de Dios, que creó el cielo y la tierra y todas las cosas; el cual bajará entre los hijos de los hombres! Y aconteció que después de que hubieron hablado estas palabras, el Espíritu del Señor descendió sobre ellos, y fueron llenos de gozo, habiendo recibido la remisión de sus pecados, y teniendo paz de conciencia a causa de la gran fe que tenían en Jesucristo…’ ” (Mosíah 4:2–3).

El hermano Romney le dijo: “Hijo mío, espere y ore hasta que tenga paz de conciencia a causa de su gran fe en la expiación de Jesucristo y entonces sepa que sus pecados le han sido perdonados”. De no ser por ese hecho, como le explicó el élder Romney, cualquiera de nosotros está empobrecido y anda deambulando sin rumbo fijo en la niebla hasta que nazca de nuevo…

No se puede llevar una vida parecida a la de Cristo… si no se nace de nuevo… Nadie podría ser nunca feliz en presencia del Santo de Israel sin quedar de ese modo libre de pecado y ser purificado…

¿Por qué el vivir los mandamientos de un modo más completo nos ayuda a ser perfectos?

Y, por último, el tercer factor esencial: Ayudar a la persona que esté en vías de aprendizaje a conocer el Evangelio por medio del vivir el Evangelio. La certeza espiritual que es necesaria para la salvación debe ser precedida por un máximo de esfuerzo personal. El esmero de la persona debe anteceder a la gracia, o sea, al don gratuito del poder expiatorio del Señor. Vuelvo a repetir lo que dijo Nefi: “…por la gracia… nos salvamos, después de hacer cuanto podamos” [2 Nefi 25:23]…

…Ahora bien, [ése] es uno de los factores fundamentales que es preciso cumplir si se desea llevar una vida perfecta. Uno debe “tomar la resolución” de vivir los mandamientos.

El Maestro respondió a la pregunta que le hicieron los judíos en cuanto a cómo podrían saber con certeza si Su misión era de Dios o si Él era tan sólo un hombre. Él dijo: “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta” (Juan 7:17).

El testimonio de la verdad nunca llega al que tiene un tabernáculo impuro. El Espíritu del Señor y la impureza no pueden morar al mismo tiempo en una persona determinada. “Yo, el Señor, estoy obligado cuando hacéis lo que os digo; mas cuando no hacéis lo que os digo, ninguna promesa tenéis” (D. y C. 82:10); “…a menos que cumpláis mi ley, no podréis alcanzar esta gloria” (D. y C. 132:21). Esa verdad se repite reiteradamente en las Escrituras.

En cierto sentido, todos los principios y todas las ordenanzas del Evangelio no son sino invitaciones a aprender el Evangelio por medio de la práctica de sus enseñanzas. Nadie conoce el principio del diezmo sino hasta que paga el diezmo. Nadie conoce el principio de la Palabra de Sabiduría sino hasta que guarda la Palabra de Sabiduría. Los niños, y en realidad también las personas mayores, no se convierten al diezmo, a la Palabra de Sabiduría, al santificar el día de reposo ni a la oración tan sólo por oír a alguien hablar sobre esos principios. Aprendemos el Evangelio al vivirlo…

Para resumir, quisiera decir: En realidad nunca sabemos nada de las enseñanzas del Evangelio sino hasta que hemos experimentado las bendiciones que se reciben al vivir cada uno de los principios. Alguien ha dicho: “Las enseñanzas morales de por sí ejercen tan sólo un efecto superficial sobre el espíritu si no son corroboradas por los actos”. El más importante de todos los mandamientos del Evangelio para ustedes y para mí es ese mandamiento en particular que en este momento requiera de cada uno de nosotros el más profundo examen de conciencia para obedecerlo. Cada uno debe analizar lo que le haga falta y comenzar hoy día a vencer [la o las debilidades que tenga], puesto que sólo si vencemos [nuestras flaquezas], se nos concede un lugar en el reino de nuestro Padre2.

¿Por qué son las Bienaventuranzas “la constitución de una vida perfecta”?

Si desean ustedes conocer los “pasos” que hay que dar para modelar su vida a fin de alcanzar la plenitud que les haga ciudadanos dignos o “santos” en el reino de Dios, la mejor respuesta la pueden encontrar al estudiar la vida de Jesús en las Escrituras… Cristo vino al mundo no sólo para expiar los pecados del género humano sino para dar el ejemplo al mundo de la norma de perfección de la ley de Dios y de la obediencia al Padre. En Su Sermón del monte, el Maestro nos revela en cierto modo Su propio carácter, que fue perfecto… y, al hacerlo, nos da un plan detallado de acción para seguir en nuestras propias vidas…

En el incomparable Sermón del monte, Jesús nos indica ocho maneras definidas e inconfundibles de recibir… regocijo. Cada una de Sus declaraciones comienza con la palabra “Bienaventurados…” Estas declaraciones del Maestro se conocen en la literatura del mundo cristiano como las Bienaventuranzas… En realidad, representan la constitución de una vida perfecta.

Reflexionemos en ellas unos momentos. Cuatro de ellas tienen que ver con nuestro yo individual, el vivir de nuestra propia vida interior, si deseamos ser perfectos y hallar la beatitud de esa felicidad interior.

  • Bienaventurados los pobres en espíritu.

  • Bienaventurados los que lloran.

  • Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia.

  • Bienaventurados los de limpio corazón. [Véase Mateo 5:3–4, 6, 8.]

Ser pobre en espíritu

Ser pobre en espíritu es sentirse espiritualmente necesitado, siempre dependiente del Señor para recibir la ropa, los alimentos y el aire que se respira, así como la salud, la vida; equivale a darse cuenta de que no debe pasar ni un solo día sin ofrecer fervientes oraciones de acción de gracias, de petición de orientación, de perdón y de fortaleza suficientes para cada día. Si un joven comprende su necesidad espiritual, cuando se encuentre en lugares peligrosos en los que su misma vida corra peligro, podrá acercarse a la fuente de la verdad y ser inspirado por el Espíritu del Señor en sus momentos de mayor tribulación. Es verdaderamente triste que una persona, por motivo de sus riquezas, de sus conocimientos o de su posición social o económica en el mundo, se considere independiente de esa necesidad espiritual. [Ser pobre en espíritu] es lo contrario de ser orgulloso o engreído… Si en su humildad llegan a darse cuenta de su necesidad espiritual, se preparan para ser adoptados en “la Iglesia del Primogénito, y llegan a ser los elegidos de Dios” [véase D. y C. 76:54; 84:34].

Llorar

Para llorar, como la lección del Maestro enseña allí, uno debe evidenciar aquella “tristeza que es según Dios [que] produce arrepentimiento” y que se granjea para el penitente el perdón de los pecados a la vez que le impide reincidir en los actos que le han llevado a llorar. [Véase 2 Corintios 7:10.] Es, como lo hizo el apóstol Pablo, “que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza” (Romanos 5:3–4). Ustedes deben estar dispuestos “a llevar las cargas los unos de los otros para que sean ligeras”. Deben estar dispuestos a llorar con los que lloran y a consolar a los que necesitan de consuelo (Mosíah 18:8–9). Cuando una madre llore en su soledad por el regreso de una hija desobediente, ustedes, con compasión, deben impedir que se arroje la primera piedra… El llorar ustedes con los ancianos, con las viudas y con los huérfanos debe conducirlos a brindarles el socorro que necesiten. En una palabra, deben ser como el publicano y no como el fariseo. “Dios, sé propicio a mí, pecador” [véase Lucas 18:10–13]. Su recompensa por hacer eso es la bienaventuranza del consuelo para su propia alma traducido en el perdón de sus propios pecados.

Tener hambre y sed

¿Han tenido alguna vez verdaderamente hambre o sed hasta el punto de que tan sólo un mendrugo de pan o un sorbo de agua tibia para calmar los retortijones de la angustia les hubiese parecido el más preciado de todos los bienes? Si han padecido hambre hasta ese punto, entonces podrán comenzar a comprender lo que quiso decir el Maestro cuando indicó que debemos tener hambre y sed de justicia. Son ese hambre y esa sed lo que saca de casa a los que buscan la hermandad de los santos en los servicios sacramentales, y lo que nos lleva a adorar a Dios en el Día del Señor estemos donde estemos. Son lo que nos induce a orar con fervor y lo que guía nuestros pies hasta los santos templos y nos hace ser reverentes en ellos. Los que santifiquen el día de reposo serán llenos de un regocijo perdurable mucho más apetecible que los placeres pasajeros que brinden las actividades en que se permitan participar los que actúen en contra del mandamiento de Dios. Si piden “con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él [les] manifestará la verdad… por el poder del Espíritu Santo” y por el poder del Espíritu Santo “podréis conocer la verdad de todas las cosas” (Moroni 10:4–5)…

Ser de limpio corazón

Si desean ver a Dios, deben ser puros… Algunos de los que trataban con Jesús le veían sólo como el hijo de José el carpintero. Otros decían que era bebedor de vino o borracho por motivo de Sus palabras. Todavía otros pensaban que estaba poseído de demonios. Sólo los justos le veían como el Hijo de Dios. Únicamente si son ustedes limpios o puros de corazón verán a Dios, y, asimismo, en menor grado, podrán ver al “Dios” o lo bueno en el hombre y amarle por la virtud que vean en él. Distingan bien a la persona que critique y difame al hombre de Dios o a los líderes ungidos del Señor en Su Iglesia. Esa persona habla con un corazón impuro.

Para entrar en el Reino de los Cielos no debemos ser tan sólo buenos, sino que se nos requiere hacer el bien y ser buenos para algo. Por tanto, si desean avanzar diariamente hacia la meta de la perfección y la plenitud de vida, deben ejercitarse en los restantes cuatro “artículos” de la Constitución de una vida perfecta del Maestro. Estas bienaventuranzas tienen que ver con la relación del hombre con las demás personas en el medio social:

  • Bienaventurados los mansos.

  • Bienaventurados los misericordiosos.

  • Bienaventurados los pacificadores.

  • Bienaventurados los que padecen persecución. [Véase Mateo 5:5, 7, 9–10.]

Ser manso

El hombre manso no se irrita fácilmente y es paciente cuando se le agravia o se le ocasionan molestias. La mansedumbre no es sinónimo de debilidad. El hombre manso es fuerte, poderoso y tiene un completo autodominio. Es el que tiene la valentía que emana de sus convicciones morales, a pesar de la presión del grupo o del club. En medio de las controversias, su opinión llega a ser la decisión final y su sensato consejo acaba con la irreflexión de la turba. Es de mentalidad humilde; no actúa como un bravucón. “Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte” (Proverbios 16:32). Es líder por naturaleza y es el escogido en el ejército y en la marina, en el mundo de los negocios y en la Iglesia para dirigir donde otros le sigan. Es la “sal” de la tierra y la heredará.

Ser misericordioso

Nuestra salvación descansa sobre la misericordia que manifestemos hacia los demás. Las palabras hirientes y rudas, lo mismo que los actos despiadados de crueldad para con las personas o para con las bestias, aun cuando se expresen en supuesta represalia, descalifican al autor de ellos para pedir misericordia para sí mismo cuando tenga necesidad de ella en el día del juicio, ya sea ante tribunales terrenales o celestiales. ¿Hay alguien que nunca haya sido herido por la difamación de alguna persona que consideraba su amigo o amiga? ¿Recuerdan cuánto les costó abstenerse de darle su merecido? ¡Bienaventurados todos ustedes los misericordiosos porque alcanzarán misericordia!

Ser pacificador

Los pacificadores serán llamados hijos de Dios. El alborotador, el infractor de la ley y del orden, el líder de la banda, el transgresor de la ley, todos ellos son impulsados por motivos del mal y si no desisten de ellos serán conocidos como hijos de Satanás y no de Dios. Apártense del que desea sembrar dudas inquietantes al tratar con liviandad las cosas sagradas porque esa persona no busca la paz sino esparcir confusión. El que es pendenciero y contencioso, cuyas razones tienen otros fines que no son resolver la verdad, desobedece el principio fundamental que estableció el Maestro como un factor indispensable para formar una vida abundante y plena. “Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres” cantó el ángel que anunció el nacimiento del Príncipe de Paz. [Véase Lucas 2:14.]…

Padecer persecución por causa de la justicia

Ser perseguido por causa de la justicia en una gran empresa cuando la verdad, la virtud y el honor estén en peligro de ser destruidos es divino. Siempre ha habido mártires de toda gran causa. El gran perjuicio que puede derivar de la persecución no es la persecución misma sino el efecto que puede producir en los que son perseguidos en el sentido de enfriar su fervor por la rectitud de su causa. Gran parte de cualquier persecución proviene de la falta de entendimiento, puesto que los hombres son propensos a oponerse a lo que no comprenden. Otra parte proviene de las malas intenciones de los hombres. Sea cual sea el motivo, la persecución parece ser tan universal en contra de los que se dedican a una causa justa que el Maestro nos ha advertido: “¡…Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas” (Lucas 6:26).

…Recuerden esa advertencia cuando los injurien y se mofen de ustedes por motivo de que se nieguen a transigir en sus normas de abstinencia, de honradez y de moralidad a cambio de granjearse los elogios de la multitud. Si ustedes defienden con firmeza lo que es recto a pesar de las burlas de la gente o incluso de la violencia física, serán coronados con la beatitud del regocijo eterno. ¿Quién sabe si de nuevo en nuestra época sea necesario que algunos de los santos o aun algunos de los apóstoles, como en los días antiguos, den la vida en defensa de la verdad? De llegar ese momento, ¡Dios conceda que no fallen!

Paulatinamente, a medida que meditemos con oración en todas estas enseñanzas, llegaremos a hacer lo que para algunos quizá sea el asombroso descubrimiento de que después de todo, la medida de Dios de nuestra valía en Su reino no tendrá nada que ver con los elevados cargos que hayamos ocupado aquí entre los hombres ni en Su Iglesia, ni con los honores que hayamos alcanzado, sino con la vida que hayamos llevado y el bien que hayamos hecho de conformidad con la “Constitución de la Vida Perfecta” evidenciada en la vida del Hijo de Dios.

Suplico que hagan de las Bienaventuranzas la Constitución de sus propias vidas y que de ese modo reciban las beatitudes que en ellas se prometen3.

Sugerencias para el estudio y el análisis

  • ¿Cómo podemos aprender todos los días del “gran libro de lecciones” que es la vida de Cristo?

  • ¿Por qué al esforzarnos por llevar una vida parecida a la de Cristo es importante que nos preguntemos con frecuencia qué nos falta?

  • ¿Qué experiencias que haya tenido le han servido para comprender que aprendemos las enseñanzas del Evangelio cuando las vivimos?

  • ¿En qué forma influye en nuestras actitudes y en nuestro comportamiento el darnos cuenta de que dependemos del Señor en lo que toca a todas las bendiciones que recibimos?

  • ¿Cuáles son algunos de los significados de la declaración “Bienaventurados los que lloran”?

  • ¿Por qué el amor por las cosas del mundo puede disminuir nuestro hambre y nuestra sed de las cosas espirituales?

  • ¿Por qué el ser de limpio corazón nos sirve para ver lo bueno en las demás personas?

  • ¿Por qué la mansedumbre nos hace ser fuertes?

  • ¿De qué maneras podemos manifestar misericordia a los demás en nuestro cotidiano vivir?

SPOTS PUBLICADOS

Seguidores