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jueves, 25 de febrero de 2016

Tiempos de crisis en el matrimonio, el peso de los días

Tiempos de crisis en el matrimonio, el peso de los días

Esta semana y la próxima vamos a hablar de un tema que nos toca, nos ha tocado o nos tocará, que es la crisis en el matrimonio. Nadie está libre de eso. Ocurre en todos los esposos, a veces dura más, a veces pasa inadvertida, pero como tenemos la seguridad de que pasará y no una sino varias veces, es mejor estar preparados, y es justamente por ello que me dediqué a buscar que dicen los expertos al respecto.

Pero primero es necesario saber que es el matrimonio y que elementos lo componen. La definición es simple y no creo que nadie sepa lo que es. Si me interesa profundizar un poquito más en lo 3 elementos esenciales que tiene:
         Unidad,
         Indisolubilidad y
         Fecundidad
          La fidelidad no se reduce a evitar la traición al otro cónyuge, sino de una conquista que debe hacerse día a día, y de previsión de situaciones que pudieran poner a alguno de ellos en dificultad.
         La indisolubilidad explica que es para siempre. ¿Qué tipo de donación sería la de quién se comprometiera mientras le resulta agradable?
         La fecundidad, fruto y signo del amor de los esposos implica la ordenación a la procreación y la educación de los hijos.

Según Antonio Vásquez, experto en español en crisis matrimoniales, las causas recurrentes del fracaso matrimonial son las siguientes:
          Quien se casa considerando el matrimonio desde la perspectiva del yo, se sale de la pista ya desde el punto de partida. La pregunta no es: ¿Cuánto me puedo beneficiar, sino cuanto puedo dar en el matrimonio.?
         La falta de auténtico conocimiento recíproco. Al comienzo es un flash que se apaga rápido, con la convivencia la tendencia a idealizar al otro disminuye.
         Las expectativas exageradas: esperar demasiado del matrimonio, en lugar de ir a él para entregarse. Se pretende que el cónyuge sea perfecto, o a eternizar momentos de los primeros días del enamoramiento.
         No encontrar tiempo para estar juntos
          Mal carácter de cada uno, que no se quiere reconocer, controlar o mejorar
         Falta de comunicación
         Ausencia de donación en el acto conyugal
         Rutina
         Provenir de una familia con problemas
         Actitudes negativas: machismo y feminismo
         Intervención constante de terceros en el hogar (padres, parientes, amigos falsos o equivocados que influyen.)
         Dificultades económicas
         Medios de comunicación que transmiten antivalores

Existe una creencia  tan falsa como difusa según la cual, cuando el amor existe, no deberían presentarse dificultades ni obstáculos. De esta forma, cuando llegan los conflictos, se interpreta que el amor está perdiendo fuerza y calidad. Entonces, valdría la pena preguntarse, ¿Un conflicto es signo de falta de amor, o una llamada para hacerlo madurar, para quererse más y mejor?

Dice A. Vazquez: “¿Obstáculos, como afrontarlos? Andando por la vida, cogido de la mano de nuestro Padre Dios. Allí es cuando importa muchísimo el hecho de haberse casado versus el convivir con otra persona. Dios mismo es el que da la gracia especial, la fuerza adicional para seguir adelante. ¿Cómo actúan las creencias religiosas en el amor conyugal? Le dan firmeza a esa unión, ayudan en los momentos de calma pero sobre todo en los de crisis que hacen entender el valor de la renuncia y de buscar soluciones.”

Una crisis matrimonial puede presentarse a los 2, 5 u 8 años de matrimonio, en el momento en el que el impulso sentimental pierda fuerza. Si una pareja no logra superar este período crítico, el matrimonio embocará en una especie de precipicio descendente. En la actualidad apenas despuntan las primeras dificultades conyugales, hay quienes experimentan la tentación de pensar que han elegido mal a su pareja.

El hombre y la mujer reflexionan, actúan y sienten de forma diferente.  Se debe respetar y comprender. Hay matrimonios que después de 40 años no se han enterado de esta gran verdad y le piden al otro algo que no puede dar.

Según Tomás Melendo, en su libro “Y vivieron felices” cita algunas conductas que hacen muy difícil mantener el amor:
         La soberbia y el orgullo: son el origen de casi todos los defectos, del mismo modo que la humildad, la sencillez, es el fundamento de casi todas las cualidades. Son el mayor enemigo del trato conyugal: en las pequeñas reyertas, ninguno de los dos tiene razón. El que está más sereno ha de decir una palabra, que contenga el mal humor hasta más tarde. Y más tarde —a solas— discutan, que ya harán en seguida las paces.
         Cuando se vive sin reglas ni principios. Cuando todo es cuestionable. “Acepto tu voluntad si coincide con la mía”
         El descuido permanente y sistemático de lo pequeño

Para corregirlas, es necesario previamente tomar conciencia de que es lo que está originando estas conductas, y quien mejor que el gran psicólogo español Enrique Rojas para comentar los principales errores acerca del amor. Según él son los siguientes:
         Pensar que es suficiente con estar enamorado, es sólo el empujón, pero el amor es como un fuego, que hay que avivarlo día a día, sino se apaga.
         Creer que la vida conyugal no necesita ser aprendida. Dar y recibir amor requiere de un saber, un conocer de las maneras y los modos mas adecuados. Es de gran inmadurez pensar que una vez que dos personas deciden compartir su vida todo irá viento en popa.
         Ignorar que existen crisis de pareja
         No conocerse a uno mismo antes que a la pareja.
         Divinizar el amor

Una vez identificadas, nos da algunos consejos para superar la crisis:
         Esforzarse por comenzar de nuevo, cancelando la lista de agravios.
         Evitar por todos los medios, las ofensas de palabra, acción o gestos.
         Procurar resolver los conflictos que nos hacen estar mal con nosotros mismos.
         Aprender a callar, evitando discusiones inútiles.
         Aceptar al otro tal cual es y quererle con sus defectos. Hay dos tipos de defectos, las manías y los graves, son solo los últimos los que deberás ayudarlo a cambiar.
         Pensar que no podemos acumular las posibles ofensas del otro en el baúl de los recuerdos. Cultivar el olvido.
         Hablar sin miedo sobre aquello que molesta del otro y el modo de superarlo.
         Hablar después de un pleito, no cerrar las heridas en falso.

Como nos hemos quedado cortos porque hay una serie de conceptos y sobre todo sugerencias que me gustaría comentarles, la próxima semana seguiré con la segunda parte de este tema.

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