Videojuegos, ¿vicio, adicción o ludopatía?
La afición creciente de los jóvenes (y no tan jóvenes) a las videoconsolas y consolasportátiles está generando preocupación tanto en padres como en educadores.
La era tecnológica en la que estamos instalados es, sin duda, un acierto a la hora de facilitarnos algunas tareas. Pero, como todo, necesita de un mínimo de equilibrio para no romper con aquellos valores que nos conducen a la felicidad.
Antaño, la forma de jugar permitía más equilibrio: deporte físico, contacto social con los amigos, oxigenación (cuando era al aire libre); incluso se desarrollaba la creatividad y el ingenio.
Los juegos actuales se dirigen más hacia nuestras emociones. Son cuestión de práctica solitaria y competitividad (cuando batimos récords porInternet, ya que incluso se puede jugar en línea), al tiempo que el jugador siente una sensación placentera que le aleja de las responsabilidades y le permite vivir una vida paralela en la que él es quien pone las normas. Su ingenio consiste en superar las limitaciones de la máquina (que es una cuestión manejable) en lugar de las que le pone la vida.
Una solución efectiva para la tranquilidad de los padres
Lo que los padres pueden hacer, en lugar de hacer ver a sus hijos que ya no confían en ellos, e imponer castigos, reproches y desamor, consiste en ampliar la comunicación hacia los terrenos que saben que inquietan a los jóvenes: moda, música, coches, televisión, etc.
Con esto logran facilitar el diálogo, que ha ido menguando, al tiempo que la satisfacción personal. Participar con ellos en alguno de los juegos a los que están "enganchados" permite a los padres entenderles mejor y propicia el acercamiento.
Un ejemplo de juego muy en boga es Call of Duty, un juego bélico con muchas posibilidades. Sin duda, el estar informados y abrirnos paso dentro de su mundo virtual acortará distancias, siempre que no se caiga en el error de imponer la voluntad paterna como premisa.
Implicarse en el mundo de los hijos
Se trata de ocuparse de los temas que van sucediendo en su desarrollo como seres humanos, de implicarse en su mundo; en lugar de preocuparse y protestar por dónde se han instalado los hijos, como si se hubieran convertido en desconocidos.
El quejarse y crear una contienda con los hijos lleva a los padres a un sentimiento de culpa y fracaso que no tendría por qué producirse. Se tiende a exagerar y la situación desemboca en ansiedad y depresión, lo que todavía empeora más la situación: cierra el camino hacia una convivencia saludable.
Esa conducta, además, propicia la ansiedad de los niños y/o adolescentes, de manera que todavía necesitan más liberarse de esa impotencia y volcarse en los juegos.
El factor causante de las adicciones
El ritmo acelerado en que vivimos no sólo lo padecemos los adultos, sino también los jóvenes. El contacto, los cariños y el mutuo conocimiento los vamos relegando a segundos e incluso terceros planos. Cuando somos conscientes de ello, sufrimos más de lo debido. El que una persona no se sienta satisfecha, atendida, especial e importante para su entorno desemboca en ansiedad y roza la depresión: resta energías positivas que conduzcan a la felicidad.
Y cuando sentimos la necesidad de que las cosas sean de otra forma, pero nos vemos atrapados y no encontramos la forma inmediata de solucionarlas, es fácil caer en las adicciones, aunque su comienzo puede confundirse con un vicio.
Tipos de adicciones
Buscar soluciones rápidas para la ansiedad y ponerse una máscara de aparente bienestar se hace de muchas formas. Algunas de ellas tan cotidianas que no somos conscientes de ellas y de cómo limitan nuestra libertad. Ejemplos de ello son la adicción al azúcar y altrabajo.
La primera cae simpática, entra dentro de los cánones de nuestra cultura: como postre, como premio, para acompañar el almuerzo, para facilitar la merienda… La segunda está muy bien vista socialmente, se confunde con una actitud responsable, cuando en realidad es un alejarse de otras tareas que pueden resultar más costosas emocionalmente, por sentirse incapaces de afrontarlas.
Entre otras clases de adicciones, ya más reprochadas y perseguidas socialmente, se encuentran la cleptomanía (pequeños hurtos), el tabaquismo, la drogadicción, la alcoholemia, la bulimia o la ludopatía. Esta última suele provocar problemas cuando se le añade el factor económico (bingos, máquinas tragaperras) e incluso existen estudios que sostienen su origen biológico.
Postura social ante la adicción al juego juvenil
Ya existen dispositivos sanitarios puestos en marcha para solucionar e identificar a tiempo la adicción a videojuegos y juegos online. Uno de ellos está dirigido por la Asociación Granadina de Jugadores Rehabilitados (AGRAJER). Su presidente, Juan Luis Suárez, indica que las terapias de rehabilitación llevadas a cabo alcanzan un éxito del cien por cien entre los niños de siete a 11 años tratados.
Cuando los profesionales inciden en la sanación de esta adicción, amplían los horizontes de los pequeños, los jóvenes y los adultos. Un hábito, como puede ser la adicción al juego, necesita de otro hábito para "desinstalarse", para cubrir sanamente la necesidad que estaba satisfaciendo el hábito anterior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario