La psicología y el
concepto de ciencia
Reflexiones
epistemológicas sobre los saberes llamados psicología
1.
Resumen
4.
El problema
10. Epílogo
11. Bibliografía
Nos planteamos en este trabajo –en
cuanto psicólogos ligados a una práctica- la cuestión de la validez del
conocimiento psicológico en tanto fundamento y respaldo de toda práctica
profesional, vale decir, la justificación epistemológica del quehacer del
psicólogo en una sociedad centrada en los valores científico-tecnológicos donde
domina el concepto positivista de la ciencia. Frente a este contexto, cuál es
la situación de la psicología y cuáles sus posibilidades como ciencia?
Palabras
clave: psicología, ciencia,
epistemología, positivismo, paradigma, objeto de estudio, práctica profesional.
"...el modelo del mundo toma la
forma, se quiera o no, de
afirmación científica de
los hechos; y, como tal, el mundo se convierte en falso".
"...Así, aun reconociendo que
las teorías de la Física son siempre relativas,
podemos afirmar, o así lo creo,
que las teorías actuales de la Física sugieren fuertemente la indestructibilidad de
la Mente frente al Tiempo".
"...Yo no encuentro a Dios en lugar alguno del espacio
o del tiempo, así hablaría el naturalista honesto. Por esto es acusado por
aquéllos en cuyo catequismo está
escrito: Dios es espíritu"
Erwin
Schrödinger
Premio
Nóbel de Física 1933
La psicología desde sus comienzos en
tanto disciplina particular en el siglo XIX ha estado jaqueada por la exigencia
de ser ciencia; esta exigencia ha condicionado toda su historia en el siglo
y cuarto que aproximadamente lleva de existencia.
"En todo momento, especialmente en
los Estados Unidos, la psicología ha procurado por todos los medios ser
ciencia; y en principio, la ciencia se
abstiene de toda especulación no penetrada y consolidada por los hechos. Sin
embargo, en toda la ciencia psicológica
no hay hechos suficientes para
fundar un sistema único y sólido".(1)
Sabemos también que esta problemática ha
estado ligada (en un sentido causal) al otro viejo problema de la psicología:
la definición de su objeto, el cual, a su
vez, condiciona el método a emplear para su estudio y exploración* Objeto y
método, pues, (los 2 problemas esenciales para definir una ciencia) en el caso
de la psicología, han estado fuertemente condicionados por el previo criterio
de "ciencia" que se sustente, con lo que tenemos instalado el
problema epistemológico en el corazón y razón de ser misma de la psicología;
situación contraria, en términos generales, a lo que observamos ocurre en las
ciencias físiconaturales, donde primero hay un objeto claro y definido sobre el
cual interrogar y, luego, van elaborándose gradualmente los métodos (modos de
operar)idóneos para obtener la respuesta a tales interrogantes. Así ha sido (y en gran medida sigue siéndolo)
en la física, la astronomía, la química,
la biologia, etc. La materia, los planetas y
sus movimientos, las estrellas y galaxias, el átomo, las moléculas,
células y organismos son, que duda cabe, los objetos y fenómenos sobre los
cuales estas ciencias indagan, se han constituido y se han desarrollado. Claro
está que dicho en forma simplificada, pues "aquello" sobre lo que se
indaga va a sumiendo distintos matices y delimitaciones a partir del propio
desarrollo del conocimiento científico. Lo que se quiere destacar en definitiva
es que, más allá de los problemas que plantea el propio concepto de "materia", "energía" o
"vida", no han existido demasiadas
dudas a lo largo de la historia de la ciencia
respecto a qué estudiar y qué explicar en tales disciplinas.
Con la situación inversa nos encontramos en
el caso de la psicología, en la cual, desde sus propios inicios, se destaca
el problema de definir qué es lo que se pretende
estudiar.
1.
Heidbreder E. "Psicologías del siglo XX", p. 17.
*Esta relación también
podría plantearse a la inversa, la exigencia del
método condiciona al objeto.
Sea lo que fuere lo que se entienda por
"objeto" de la psicología, lo que no ofrece dudas y nadie
estaría dispuesto a discutir es que esta disciplina tiene que ver con el
"hombre", con lo "humano" como tal. Si alguien dijera que
también existe una psicología
animal (en el sentido que no
tiene que ver con lo humano), se puede responder que tal denominación (no muy
al uso) se aplica a estudios relativos a otras
especies no humanas con el último propósito de explicar, comprender y,
si fuera posible, prever ciertos fenómenos y comportamientos en la esfera humana. De hecho, por otra parte, tal
denominación supone "ad initio"
una determinada forma de entender el objeto de la psicología.
Esto es lo único, pues, que podríamos dar por cierto, porque a partir
de aquí si formulamos la pregunta: qué estudia la psicología? obtendremos
respuestas tales como: la "conciencia",la "conducta" o el “comportamiento”
en diferentes acepciones), el
"inconciente", los "procesos psicológicos", la “personalidad” y otras tantas por el
estilo.
Desde luego, cuando se dice
"hombre" se da por sentado que
se hace referencia al hombre en
su realidad fáctico-existencial; vale decir, al hombre como ser
corporal-mental-social, sin que ello implique caer prisioneros del dualismo
cartesiano (cuerpo-alma), como así tampoco del dualismo
"individuo-sociedad". Decir "hombre" en la perspectiva que
nos situamos supone simplemente mentar el ser de "carne y huesos" que
piensa, siente, percibe, sueña y obra; nace, se desarrolla y muere en relación
con un medio natural, social y cultural.(1)
Planteada la cuestión en estos términos,
sobre lo que seguramente habría acuerdo es en que la psicología tiene que ver
con el "hombre"; pero ni falta hace decir que nadie intentó definir a
la psicología como "el estudio del hombre", a
secas, pues es ésta una expresión tan vaga y general que no sirve en modo
alguno para definir y delimitar un campo
de estudio. Además, el “hombre” es objeto de estudio de muchas disciplinas.
Nos encontramos entonces con las manos
vacías a la hora de establecer el qué
(objeto) de la psicología, con lo que sólo restaría por decir que "la
psicología es lo que estudian los psicólogos", recurso a la ironía que no
hace más que mostrar en toda su crudeza
esta particular situación de la
psicología a la hora de definir su objeto.
Carece la psicología, como vemos, de un
objeto "natural"; un qué del conocimiento denominado psicológico
sobre el cual, más allá de las diferentes interpretaciones e intentos de
explicación (teorías) que este objeto suscite, se fundamente una pretendida
ciencia psicológica.
Por otra parte, se presenta el agravante que
lo que estudian los psicólogos, además de su diversidad, se ha dado y se continua dando en el marco de
una lucha por ser el portador del estandarte de la ciencia, de tal modo que es
común encontrarnos en la psicología con que ciencia es lo que "yo" o
"mi grupo-corriente" hace, en tanto que no lo es lo que hacen los
demás, que automáticamente pasan a las
filas de los "no", "pre" o
"pseudocientíficos".
La primera constación a la que arribamos
pues, según lo dicho, es:
La psicología, en tanto disciplina particular, carece de
un objeto natural y propio, unánime o por lo menos mayo-
ritariamente aceptado.
1 El propio
concepto de "medio ambiente" se plantea como artificial y
problemático
a la hora de
decidir dónde termina el individuo y comienza el medio.
Si, conforme hemos visto, la
psicología carece de un objeto propio sobre el que exista consenso, cabe
preguntarse a qué se debe esta tan curiosa situación, que ni siquiera comparten
otras disciplinas que no pertenecen al
grupo de las ciencias de la naturaleza (al menos no del mismo modo), en las que
podrá discutirse (y de hecho se discute)sobre su cientificidad según
determinados criterios, pero muy difícilmente se encuentre semejante disparidad
respecto a qué estudiar.
Cómo es posible que exista toda una rama del
saber (cuestionada y cuestionable, pero existente al fin) con un
nombre(psicología),una ingente literatura que crece día a día,
unidades y centros académicos dedicados
a su estudio, carreras universitarias para formar profesionales, asociaciones
(locales, nacionales e internacionales), miles de personas (autores,
investigadores, profesionales, docentes, editores, estudiantes) dedicadas a
ella, todo ello bajo la designación de
psicología y, al mismo tiempo, no se pueda definir, con mediana
precisión, algo elemental como su objeto?
Supongamos que se le describiera esta
situación a alguien que no tuviera la menor noticia del significado de la
palabra "psicología"; tal
individuo no podría menos que quedar perplejo y asombrado. Preguntaría luego de pestañar y restregarse
los ojos: es esto un chiste? Toda esa gente que me dicen se dedica a algo que
no pueden definir o definen en términos divergentes, contrapuestos y hasta
antitéticos; toda esa enorme producción intelectual a lo largo de más de un
siglo, es el fruto de un delirio, de un pasatiempo ocioso? Incluso podría
legítimamente pensar, están acaso locos? (y no faltaría quien respondiera
afirmativamente). Qué produce semejante fenómeno? No
habría aquí un extraordinario tema de investigación para los verdaderos
científicos?
Nos encontramos así con una segunda constatación:
Atendiendo a la producción
teórica, el hacer práctico y las
organizaciones sociales (centros
académicos, instituciones
asistenciales, profesionales, etc.) a que
ha dado lugar la
llamada "psicología", no hay
duda de que cabe admitir
su
existencia, de pleno derecho, como rama
del saber constitu-
ido.
Uniendo estas dos constataciones arribamos a
la paradógica conclusión de la existencia de toda una rama del saber, sumamente
desarrollada (atendiendo a su difusión y amplísima literatura) y de gran
importancia en el contexto cultural e incidencia social, que carece de objeto
definido.
Cómo dar cuenta de esta situación?
El problema, según lo vemos, radica en el
propio concepto de ciencia y en la pretensión (totalitaria) de hacer del
conocimiento definido como "científico" el único conocimiento válido
y digno de ser considerado tal. He aquí la condición cultural que ha venido
perturbando a la psicología, sembrando la confusión y limitándola sus
posibilidades.
Va de suyo, pues, según esta tésis, que no
saldremos de la perplejidad al contemplar el estado de la psicología sin antes
indagar respecto a cómo y por qué el concepto de ciencia ha producido este
efecto tan particular en este tipo de saber, mientras que los debates
epistemológicos no han impedido el desarrollo de las ciencias físico-naturales.
Se ha señalado anteriormente que
desde las diferentes corrientes teóricas (no todas) que conforman este vasto
conglomerado de la psicología contemporánea se enarbola el estandarte de la
Ciencia como autojustificación frente a
otras formas de entender el objeto,
contenido y modo de conocimiento psicológico. Lo que se pone en tela de
juicio no es (como estamos acostumbrados a ver en la física, cosmología,
química, biología, etc.) una particular interpretación y explicación de un
determinado tipo de fenómeno o información, sino la respetabilidad misma de tal interpretación e intento de
explicación o comprensión.
Desde los sectores típicamente positivistas
y experimentalistas se niega, lisa y llanamente, el carácter de ciencia al psicoanálisis (y sus
variantes), la psicología
fenomenológico-existencial, la comprensiva, la humanista y la
transpersonal. Vale decir que todo lo que no responda en forma estricta a los
parámetros de cientificidad del positivismo, se califica genéricamente, desde esta
particular perspectiva, como "especulativo",
"apriorístico", "no empírico" y "no verificable".
Tomemos por ejemplo el siguiente pasaje de
la obra "Elementos de Epistemología" de Franco Murat (catedrático por
más de 30 años de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de
Córdoba), refiriéndose a dos autores de la corriente existencial en psicología
(Rolo May y Ludwing Binswanger), dice:
"... ambos autores, además de
admitir una pluralidad de co
nocimientos merecedores del rótulo
de científicos, pare-
cen admitir también una pluralidad de
métodos y de obje
tos científicos".(1)
En la perspectiva de F. Murat, la obra de
uno y otro autor no merece el rótulo de
“científico”.
Del otro lado, esto es desde las corrientes
que no comparten o no se encuadran en el programa positivista, se asume que si
la psicología ha de tener algún valor no
podrá ser núnca de tipo “fisicalista” y “objetivista” en el sentido de las
ciencias de la naturaleza, pues una psicología de tal índole desvirtuaría la
cualidad más esencial de los hechos
psicológicos, su sentido y significación, que jamás podría ser
captado por los métodos verificacionistas.
"Psicología
de sillón" versus "psicología sin alma". “Ciencias de la
naturaleza” versus “ciencias del espíritu”, o nomológicas versus histórico-hermenéuticas; desde un positivismo
estricto la alternativa es, sencillamente, ciencia o pseudociencia.*
He aquí el dilema y conflicto en el que se
halla instalada la psicología desde sus mismos orígenes en cuanto disciplina
particular. Aquí radica precisamente, creemos, el problema central de la
psicología; problema de raíz estrictamente epistemológica.
Obsérvese que la inevitable referencia a los
"orígenes" de la psicología cobra sentido si, y sólo si, se entiende
este origen en términos de ciencia moderna en tanto corpus de conocimientos
empíricamente demostrables(o refutables), caso contrario no trendría sentido
hablar de sus orígenes como disciplina particular, pues esta división de la ciencia
1. Murat F "Elementos de
Epistemología", p. 17
* En términos menos académicos se diría
"entre ciencia y macaneo", pues este
es habitualmente el sentido tácito de tal
distinción.
en
áreas o ramas particulares a las que se asigna un determinado sector o parte)
de la realidad o cierto tipo de fenómenos para su estudio con forme a los
patrones y procedimientos definidos
como científicos, es propio y
definitorio de lo que se entiende por
ciencia desde Galileo, Bacon y
Newton.
Todos los manuales de historia de la
psicología hacen la distinción entre la
psicología precientífica y la científica,
dedicando uno a más capítulos a hacer la reseña de las "ideas y
principios psicológicos" dispersos en la obra y pensamiento de los
principales filósofos y pensadores de Occidente, remontándose hasta los
presocráticos. Luego continuan con una descripción de los inicios de una
psicología independiente (ciencia particular), con las inevitables y consabidas
referencias a W.Wundt y su laboratorio de Leipzig, para continuar con la
exposición de las principales escuelas o corrientes de la psicología
contemporánea Estas escuelas,
obviamente, pertenecen al período de la psicología ya constituida como
ciencia particular. Sin embargo, las mismas expresan diferentes posturas
epistemológicas; de tal modo que unas acusan a otras de hacer lo que se quiera
pero menos ciencia, en tanto que éstas contraatacan con el argumento de que sus
cuestionadores podrán hacer lo que se quiera pero no psicología.
Unos estudian la "conducta",
entendida de una forma, y otros también la "conducta", pero entendida
de otro modo. Para otros más lo fundamental es el "inconciente",
entendido de una manera, mientras que no
faltan los que coinciden con este objeto, pero lo
definen y entienden de modo diverso.
Otro grupo sostiene que la
"conciencia" es lo esencial, en tanto hay quienes hablan de la
"experiencia existencial", o los "procesos de intercambio con el
medio", etc., etc., etc.
El problema del objeto aparece en toda su crudeza. Es
evidente que no encontramos en la historia de la psicología, salvo raras
excepciones un verdadero intercambio de ideas y crítica, sino un diálogo de sordos desde el momento
que cada sector habla desde diferentes modos de entender la psicología, su
objeto y procedimientos de estudio (método).
Cuando se habla de psicología científica, en
contraposición a la precientífica, en ese preciso momento se está instalando el
problema epistemológico en el centro de la disciplina. No es común oir hablar de la física
pregalileana como la "física precientífica", sino que se hace
referencia, lisa y llanamente, a la física aristotélica, por ejemplo.
Sucede que la constitución de la física
moderna y el método científico marcharon paralelamente. Mientras
que en el caso de la psicología, como ocurre asimismo con las demás
disciplinas del hombre y la cultura, viene a querer ser definida como ciencia
precisamente cuando la ciencia moderna estaba ya lo sufientemente afirmada y
desarrollada en el campo de los fenómenos materiales y biológicos. Pretender
extender la aplicación del método científico al estudio de los fenómenos
psicológicos y socio-culturales fue una consecuencia lógica en el propio
desarrollo de la ciencia.
Si se habla entonces de "psicología
científica", naturalmente que toda psicología que se precie de tal deberá
justificarse en la aplicación y respeto del método científico, razón por la
cual a la hora de definir el objeto de estudio habrá que cerciorarse que el tal
"objeto" (tipo de fenómenos o ámbito) admita el empleo de los
procedimientos y exigencias de lo previamente definido, e históricamente
desarrollado, como "método científico", caso contrario no tendremos
ciencia de lo psicológico.
Son muy conocidos los argumentos de J.B.
Watson respecto a la necesidad de desprenderse definitivamente de conceptos
tales como conciencia, mente, mental, por carecer de
sentido en términos de los requisitos del método científico; asi, por ejemplo,
decía:
"Si la psicología quiere
convertirse en ciencia debe seguir el
ejemplo de las ciencias físicas, esto es,
hacerse materialista,
mecanicista, determinista y objetiva".(1)
Difícilmente pueda hallarse una formulación
más clara al respecto.
Pero no tenía menores pretensiones de cientificidad
la psicología de Tichner, continuadora de la de Wundt en EE.UU., a la que
Watson desdeñaba como psicología "tradicional con resabios metafísicos".
El psicoanálisis freudiano, a su vez,
duramente cuestionado por los devotos defensores del "método
científico" es, sin embargo, constitutivo de la nueva psicología
científica y de una influencia tal en la nueva disciplina como quizás de
ninguna otra escuela psicológica pueda decirse.
Nadie pondría en duda que la formación
intelectual de Freud se enmarca en lo que en
términos generales puede
considerarse como "tradición científica"; que Freud mismo se
consideraba un científico es un hecho;
no obstante, a la hora de demarcar la
"ciencia" de la "pseudociencia", el psicoanálisis
posee atributos que lo ubican más del lado de la segunda categoría que de la
primera, si el concepto de ciencia
es definido en términos
convencionales.
Hablar de la "psicología comprensiva"
de Dilthey, Spranger y Jaspers y de la
"fenomenológico-existencial" de un Brentano, Merleau-Ponty,
Binswanger, Rolo May y otros, que encuentra su fundamento en el propósito
husserleano de instituir una "ciencia estricta" a partir del "retorno
a las cosas mismas", es ya decididamente risueño para los cultores y
defensores de la ortodoxia científica.
Que la psicología no es una disciplina al
estilo de las físico-naturales, que poseen una cierta unidad interna y han
elaborado un corpus de conocimientos sobre el que existe consenso porque existe evidencia empírica (sin
perjuicio de que existan muchas
veces teorías rivales o no
unánimemente aceptadas sobre ciertos fenómenos y su interpretación), es cosa
segura. En términos kuhnianos habría que decir que no ha alcanzado status de
"ciencia normal". Y también,
siempre siguiendo a Kuhn, constatamos
que la psicología actual está conformada por una multiplicidad de
"paradigmas" contrapuestos entre si.*
1. Heidbreder
E., Ob. cit., p. 178
* No es nuestro propósito aquí analizar las críticas que el
pensamiento de
Kuhn
suscita dentro de la
epistemología contemporánea,
tanto desde el racionalismo como desde el neopositivismo, tan sólo nos interesa
valernos del andamiaje conceptual kuhniano para la reflexión sobre el estatus cien
tífico de la psicología.
El concepto de ciencia es en si mismo
problemático y su discusión y análisis en profundidad es materia de la
filosofía de la ciencia o epistemología. No pretendemos aquí, naturalmente,
pasar revista al estado actual de esta discusión. Para nuestro propósito bastará
con caracterizar el concepto de ciencia tal como se ha dado en un sentido tradicional y que ha dominado y
orientado la praxis científica (en las ciencias de la naturaleza) desde Galileo
y Bacon en adelante, pues a este modelo responde el surgimiento histórico de la
psicología como ciencia y desde él (y
contra él) se produce la áspera disputa respecto al carácter o falta de
carácter científico de la misma y a si un determinado modo de entender y hacer
psicología posee valor científico o no.
Plantearse el problema del concepto de
ciencia no es tarea fácil; a preguntas
tales como qué es la ciencia? (y por contraste qué no es ciencia),cómo procede la ciencia? en qué consiste la ciencia?, surgen
inmediatamente otros interrogantes de tipo más básico: es posible el conocimiento?, en caso afirmativo, cómo podemos conocer?, pues cualquier
cosa que se diga de la ciencia algo es indudable: la ciencia es una forma de
conocimiento; de modo que antes del problema epistemológico propiamente dicho
tenemos el problema gnoseológico, el problema del conocimiento como tal.
El problema gnoseológico se encuentra
presente ya en los comienzos de la reflexión filosófica en Grecia. Para Parménides de Elea, el pensar no
tiene otro objeto que el Ser y éste no se identifica con las cosas múltiples
que devienen, el mundo de los sentidos, sino que es permanente, eterno,inmóvil
y necesario. En consecuencia, la multiplicidad y el devenir se oponen al Ser;
la vía de los sentidos es falaz y conduce al error.
Mientras los eléatas sostenían la existencia
del Ser, los sofistas vinieron a sostener la impermanencia y relatividad de
todo. Para Protágoras de Abdera no hay verdaderamente Ser sino sólo "fenómenos"
y "cambio". Pero he aquí que si no hay Ser no hay
verdad en términos absolutos y permanentes, por lo que el "hombre
es la medida de todas las cosas".
El pensamiento de los sofistas vino a sostener un relativismo que se traduce en
un ecepticismo de fondo.
En Sócrates, la Realidad supera siempre al
hombre, por lo que hay que ser cauto y prudente a la hora de hablar de la
"verdad". El hombre sabio
es conciente de su ignorancia, lo que no implica un ecepticismo, sino la aceptación humilde de la
limitación como principio del saber.
La
búsqueda de la sabiduría es el más grande anhelo socrático, pero este principio
de la sabiduría es reconocer que el hombre (y por lo tanto el conocimiento que
pueda obtener) es finito y limitado. La
verdad, por otra parte, no debe buscarse fuera (el camino de los
sentidos), sino dentro. "Sócrates representa un descubrimiento del hombre y, hasta cierto punto, de la reflexión
sobre sí como punto de partida del redes
cubrimiento del Ser y, al mismo tiempo, una exigencia de conocimiento filosófico
universalmente válido".(1)
Con
Platón, la teoría del conocimiento no asume una forma unívoca y precisa, pues se va modificando a
lo largo de sus diálogos; sin embargo para nuestro propósito bastará con una
caracterización general en términos de la distinción entre una realidad
"inteligible" conformada porlas ideas necesarias, universales y eternas y
la realidad "sensible", corres
pondiente al mundo de las cosas, mudable y
cambiante, que corresponde a un grado inferior del Ser y, por lo tanto,
a un
tipo inferior de conocimiento
(doxa).
1. Caturelli,
A., La Filosofía, p. 102.
La ontología platónica que implica los
"grados del ser" (dialéctica) se corresponde con los grados del
conocimiento, pues el Ser, como en Parménides, corresponde al pensar. El
mundo sensible (2do. grado del ser) es el reflejo o signo del mundo
inteligible de las Ideas, por lo que el mundo de las cosas y
el devenir (del cual el hombre participa en cuanto ente corporal) permite
descubrir el orden inteligible del Ser Absoluto y permanente. Pero entre lo
sensible y lo inteligible existe el grado
intermedio de los entes matemáticos, no del todo desprendidos de lo
sensible, a los cuales corresponde
la razón discursiva (dianoia), que no es un conocimiento
perfecto pero sí superior al conocimiento sensible. Finalmente, al orden de la
Suprema Realidad corresponde la intuición (noésis),
que es el conocimiento perfecto.
Y así llegamos a Aristóteles, considerado
habitualmente como el verdadero precursor de la ciencia moderna, a pesar de que
ésta se constituye inicialmente como oposición al aristotelismo de la
escolástica medieval.
Aristóteles conservó el dualismo platónico
entre "lo sensible" y "lo inteligible"; entre el devenir de
la naturaleza y el motor inmóvil.
Mas lo que en Platón es trascendente (las esencias-ideas),
en Aristóteles es inmanente (la esencia de una cosa). Aristóteles rechaza el
intuicionismo platónico, siendo la "razón" el instrumento del conocimiento, motivo por
el cual deben estudiarse y establecerse sus leyes (lógica).
La ciencia es conocimiento por las causas
(idea ésta que luego sería fundamental en la concepción moderna de la ciencia,
si bien la causalidad en Artistóteles es mucho más que la empírica de la
ciencia), por lo tanto, la demostración correcta la hace posible. Distinguiendo
entre el estudio de las "causas próximas" (ciencias particulares) y la ciencia de las “primeras
causas” y principios de las cosas (Metafísica).
Aristóteles, como Platón, reconoce tres
grados del conocimiento, con la diferencia que no corresponden a tres grados
del Ser, sino a tres niveles de abstracción. Así entonces está la Física (1er.
grado), la matemática (2do. grado) y la metafísica (3er. grado). El conocimiento del cambio, de lo singular
(física) no es ciencia, mientras que el
conocimiento de lo universal (metafísica) sí lo es.* No obstante, la metafísica de Aristóteles no
se refiere a un orden suprasensible, un
"más allá de la física que es
el Ser que hace ser a lo visible... Lo real para Aristóteles no es algo que
existe más allá de lo sensible, sino que es simplemente la realidad natural o
física de la cual puedo, por abstracción, fabricar el concepto universal del
ente (por lo que) no hay propiamente metafísica sino un naturalismo realista o
un realismo cósmico".(1)
* En este caso, la ciencia moderna
(positivista) seguirá manteniendo el criterio de lo universal, pero se
producirá una inversión total respecto a
que sólo se considerará ciencia al estudio de lo observable y empírico mundo
físico), en tanto que se considerará
mera especulación carente de valor a lo que Aristóteles designaba como
metafísica.
1 Caturelli, A.: ob. cit, p. 121
En el naturalismo, el conocimiento causal y el
método deductivo aristotélico, junto al "objetivismo" propio del
pensamiento griego, se encuentran los
elementos prefiguradores del concepto de ciencia tal como, casi 20 siglos
después, se desarrollaría en la Europa de principios del siglo XVII.
El propio conocimiento encierra la idea
de "verdad", pues conocer es conocer con verdad, lo contrario es
falsedad o ilusión, lo cual carece de valor o utilidad alguna. En el
pensamiento griego la reflexión
epistemológica forma parte del filosofar
(Platón - Aristóteles), como también puede decirse de la Edad Media; pero es en
la Edad Moderna cuando aparece como tema de reflexión en sí mismo.
Como tal es tratado por John Locke en su
"Ensayo sobre el entendimiento humano” (1690); por George Berkeley
en el “Tratado de los principios del conocimiento humano” (1710); por
David Hume en su “Tratado de la naturaleza humana” (1748). También en el
caso de Leibniz, que en los “Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano”(editado
en forma póstuma en 1765) intenta la refutación de la posición sentada por
Locke. Con la “Crítica de la razón pura” (1781),Kant aborda la crítica
del conocimiento científico de la naturaleza.
Según Johannes Hessen en su “Teoría del
Conocimiento”, el fenómeno del conocimiento linda con tres esferas
distintas:
a- El sujeto (esfera
psicológica)
b- La imagen (esfera lógica)
c- El objeto (esfera ontológica)
De aquí que toda reflexión epistemológica se realice, necesaria mente,
desde una ontología o remita a ella. Así ocurre (como acabamos de ver) en los
presocráticos, en Platón, Aristóteles y toda la historia del pensamiento.
Siendo así, a partir de la dualidad
"sujeto-mundo" proveniente de la filosofía griega el problema del
conocimiento se presenta como una cuestión de correspondencia entre el sujeto
(conciencia o mente cognoscente) y el objeto. Siguiendo a Hessen, el problema
así planteado puede descomponerse en las siguientes cinco subcuestiones:
-Puede el sujeto aprehender realmente el
objeto? (posibilidad del cono-
cimiento).
-Cuál es la fuente o base del conocimiento humano?
(origen del conoci-
miento).
-Existe sólo una o varias
formas de conocimiento (formas del
conoci-
miento).
-Cómo distinguir con certeza lo verdadero de
lo falso? (criterios de
verdad).
A la primera pregunta obviamente sólo
cabe responder por la afirmativa si no se quiere asumir o caer en una
posición escéptica, a partir de
la cual cesa toda discusión sobre el conocimiento. La
ciencia, cualquiera fuera la forma en que se la entienda, la filosofía y
la historia cultural de la humanidad suponen admitir esta posibilidad como punto
de partida.
Claro que una vez admitida esta posibilidad
inmediatamente surgen diferentes formas de entender dicha posibilidad, pudiéndose
resumir en las siguientes:
-Dogmatismo, que habitualmente adopta
la forma de tradicionalismo
o racionalismo.
-Relativismo, que reconoce la posibilidad del conocimiento sólo
limitado a una esfera
restringida y contingente.
-Pragmatismo, que reemplaza el
concepto de “verdad” por el de
“utilidad” (en el
fondo, como lo señala
Hessen,
es un ecepticismo atenuado.
-Criticismo, encarnado en la doctrina kantiana del
conocimiento.
Respecto a la segunda pregunta las
posturas posibles se bifurcan en dos
alternativas opuestas representadas por el Racionalismo, que sostiene a la Razón como
fuente del conocimiento a partir de postular la
inteligibilidad del mundo (Platón, Descartes, Kant) y el Empirismo, (Locke,
Hume, Mill) que sólo reconoce a la
"experiencia sensible" como fuente del conocimiento, con diversas
formulaciones en cada caso y combinaciones entre sí.
En cuanto a la crucial cuestión, dada la
relación "sujeto-objeto", de
cuál determina a cuál, nos encontramos también con la polaridad
“Realismo-Idealismo”. El primero sosteniendo que el sujeto (la conciencia o mente)
es determinado por el objeto, lo que significa que el conocimiento se concibe
como un isomorfismo o consonancia del
pensamiento con el objeto; el segundo postulando exactamente lo inverso, el
objeto o realidad es determinada por el pensamiento. Desde luego,
como en todos los casos, existen distintas formas de realismo e
idealismo, pero las enunciadas son las posiciones básicas.
En lo que se refiere a la tercera
cuestión planteada por Hessen, las formas
del conocimiento, las posiciones básicas que encontramos son las siguientes:
-La que sólo reconoce una sola forma de conocimiento,
esto es el de tipo discursivo-racional o empírico-racional, según sea la
vertiente racionalista o empirista. En
el positivismo esta exclusividad es asumida por la ciencia.
-La que reconoce, además, a la intuición como una forma válida de
conocimiento. Es el caso de Platón y toda una línea de pensamiento que se
continua con Plotino, San Agustín y Pascal; pero también está expresada, si
bien con distintos matices, en Bergson, Husserl y Scheler.
-La correspondiente a la tradición místico-religiosa que sostiene a la Revelación y la Iluminación
como una forma de conocimiento supraracional o arracional, extraempírico y
vivencial.
Vemos así que el problema del conocimiento
(en su posibilidad, origen y formas) caben diferentes respuestas y
posturas, cada una de las cuales, así como una variedad de
combinaciones entre ellas, se han dado a lo largo de la historia del
pensamiento. Estas posturas,
en última instancia, implican o se vinculan a una determinada concepción
del ser, esto es, remiten a una ontología.
Sobre la base de lo dicho podemos intentar
ahora una caracterización del concepto de ciencia en términos modernos; vale
decir, al sentido y significación que asumió este término a partir del siglo
XVII. Su carta de nacimiento se ubica en la Europa postrenacentista de
finales del siglo XVI y la primera mitad del XVII (si bien sus
antecedentes se remontan mucho más atrás), por lo que históricamente es propio
de lo que en términos generales podemos llamar Civilización Occidental, para
afianzarse y desarrollarse en los siglos
posteriores hasta nuestros días.
La Ciencia, tal como se la enseña,
entiende y practica en Occidente, es el resultado de un proceso histórico cuyos
antecedentes más remotos se remontan a la Grecia antigua, donde se dasarrolló
la reflexión sistemática acerca del mundo, particularmente como filosofía de la
naturaleza, y se establecieron los principios del correcto razonar, como acaba
de verse.
Si la palabra ciencia significa
"conocimiento" y así fue entendida y utilizada en la
Antigüedad y la Edad Media, en la Edad Moderna asume un sentido más específico
para pasar a significar un modo preciso y reglado de obtener conocimiento. Un
conocimiento que, por otra parte, no ofrezca dudas (que es lo que intentará
fundar Descartes desde la Filosofía) o al menos, como se dirá luego, sea de máxima
verosimilitud; un conocimiento, de este tipo debiera estar, idealmente,
libre de supuestos, pero dado que esto es imposible, se habrá de apoyar al
menos en la menor cantidad posible de ellos (Descartes pondrá en duda
todo y fundará la posibilidad del conocimiento en el cógito, con lo que
sienta el primado de la razón). Este
tipo de conocimiento es el producto específico de la época
Moderna y surge como reacción al
conocimiento estatuido por la Revelación,
la Tradición y la Autoridad.
Francis Bacon, en el siglo XVII, fue uno de
los primeros en formular los principios metodológicos de la nueva ciencia
(Novum Organum), ligando, además, su finalidad a las necesidades y problemas
prácticos de la vida humana. Bacon, en su “Instarautio Magna”, se
propone reformar la ciencia de su tiempo
(escolástico-aristotélica) y
preconiza para ello el método de
la inducción, que combina la observación con la actividad del entendimiento
(razón). Bacon critica tanto a los empiristas puros a los que compara con las
hormigas, que sólo acumulan), como a los metafísicos puros (que actúan como
arañas que extraen de sí mismos la tela de sus especulaciones). Considera que
la verdadera ciencia debe proceder elaborando los datos de la observación por
medio de la razón (como la abeja, que elabora el polen de las flores para transformarlo en miel).
Galileo, por su parte, sentará las bases de
uno de los rasgos principales de la ciencia: la observación rigurosa y
sistemática de un fenómeno, por lo que debe ser un conocimiento basado en la
experiencia sensible, esto es, un tipo de experiencia verificable, repetible y comunicable.
Para muchos en Galileo se encuentra la específica fundación de la ciencia.* Son
de todos conocidas las experiencias y
observaciones de Galileo respecto al movimiento de los cuerpos y las
peripecias que sus conclusiones le
acarrearon al contradecir
el "saber"
estatuido de la época.
*
En adelante, cuando decimos "ciencia"
nos referimos a este concepto moderno y positivista. La expresión
"positivismo", a secas, la empleamos en un sentido gené rico para
designar una corriente de pensamiento con la cual se identifica el con- cepto
de ciencia en términos modernistas, esto es, que representa la
ortodoxia de dicho concepto. En este sentido, pues, tal designación incluye las versiones conocidas como
"positivismo lógico y "neopositivismo".
La constitución y desarrollo de la ciencia
no puede comprenderse fuera del marco histórico, social y político, en el que
dicho suceso tiene lugar, si bien los racionalistas pretenden desconectar
la fundamentación de la ciencia (contexto de justificación) del marco
histórico-social en el que ésta se da (contexto de descubrimiento, según
Hans Reichenbach). La ciencia (como la Religión, el Arte, Filosofía,
Literatura, Política, etc.) es un componente de la Cultura de la cual resulta
expresión, en el doble sentido de ser influido e influir sobre ella.
Cada una de las diferentes expresiones
culturales mencionadas puede asumir un papel central y dominante en una
determinada cultura y momento histórico. Así, por ejemplo, la religión ha sido
y continua siendo el elemento configurador de la vida
del pueblo judío, o el tibetano, o lo
fue en la Europa medieval. El arte fue el centro de la cultura renacentista y
de la Grecia de Pericles. La filosofía, o el pensamiento discursivo-racional en
la misma Grecia entre los siglos VI y III a.C. Son estos apenas unos pocos
ejemplos, de los muchos que podrían citarse, de esta condición del universo
cultural de contituirse sobre una determinada actividad y producción del
espíritu humano.
Es en este sentido que la ciencia vendrá a
ser el pivot sobre el que se asentará y girará el conjunto de la cultura
occidental moderna. Por lo que a la hora
de preguntarnos por el concepto de ciencia es imprescindible considerar el
entorno sociocultural en el cual nace, porque si nada nace de la nada (salvo la
"creatio ex nihilo"),
ni se desarrolla sin las
condiciones adecuadas, en el mundo de la cultura este principio también rige.
Es sabido que los tres elementos que
configuran y dan forma a la cul tura occidental son el pensamiento griego,
los contenidos ético-normativos provenientes de la tradición judeo-cristiana
y los
aportes y consecuencias resultantes de la conquista y colonización
europea por Roma. Ya hemos hecho referencia a que los gérmenes de la
ciencia occidental se encuentran particularmente en la filosofía de la
naturaleza producida en Grecia; en la distinción "sujeto-objeto" y la
formalización (lógica) de la Razón como fundamento del conocimiento.
La cultura europea (occidental), que se
habría de conformar sobre la base del cristianismo triunfante a la caída del
Imperio Romano, se asentará así en tres
componentes fundamentales: la fe cristiana,la monar-
quía (y el papado) y la organización
feudal de la economía. La estructura
cultural configurada sobre esta base habrá de durar aproximadamente mil años (siglos V/VI a XV/XVI).
A partir del siglo XV comienzan a producirse
en Europa ciertos cambios que se venían
incubando desde los siglos
inmediatamente anteriores y que
eclosionan en acontecimientos (la Reforma,
el descubrimiento de América, el Renacimiento) que a posteriori
determinarán una profunda transformación en la cultura occidental, a punto
tal que
marcarán el fin de la Edad Media
y el surgimiento de la época Moderna.
Pues bien, si en la Edad Media el elemento
configurador era la fe religiosa, en la Edad Moderna este elemento configurador
será la fe en la Razón natural y la ciencia empírica. Ciencia que ya no tendrá
la anterior acepción de conocimiento del
Ser, sino que adquirirá un
sentido preciso y circunscripto a un modo particular de producir
conocimiento.
La ciencia moderna será en primer lugar conocimiento por medio de la ex
periencia
sensible, conocimiento que permita producir resultados prácticos, resolver
problemas concretos y dominar la naturaleza. Este concepto es lo que producirá
luego el prodigioso desarrollo tecnológico de los siglos XIX y XX y la cultura
tecnológica que hoy conocemos y en la cual,
para bien y para mal, vivimos.
En segundo lugar, de la condición anterior
deriva la rigurosa distinción entre ciencia
y no-ciencia, cayendo en esta
segunda categoría todo producto del pensamiento que no sea el resultado de la
aplicación de un complejo sistema de reglas y procedimientos definidos como
"método cien
tífico"
Por lo tanto, al pensamiento científico se le opone, en particular, el
"pensamiento mágico"; pero también la metafísica y la religión, generalmente
asociada al primero.
Mario Bunge hace una rápida aproximación al
concepto diciendo:
“…ese
creciente cuerpo de ideas llamado ciencia puede
caracterizarse como conocimiento racional, sistemático,
exacto, verificable y, por consiguiente, falible.”(1)
A su vez, Franco Murat en sus Elementos de
Epistemología dice:
"La ciencia moderna nace cuando, en el siglo XVII, el hom-
bre parece por primera vez renunciar
concientemente a pre
guntarse el por qué‚ de las cosas (o bien el para qué‚ de
ellas), para concentrar decididamente su atención en el có
mo de las cosas. La historia de la ciencia, por ello, pue-
de ser vista como la historia del paulatino desplazamiento
del pensamiento mágico por parte del pensamiento racional.
El pensamiento mágico no es otra cosa que la fe en la posi
bilidad de obtener por vía de una fórmula, un conjuro arca
no, esotérico y, por sobre todo, ininteligible, lo que no
se puede o no se sabe obtener
por vía de la raz¢n. El ca-
rácter burdamente religioso de esta ominipresente actitud
es demasiado obvio como para que nos detengamos en comen-
tarlo".(2)
El hecho de que la ciencia moderna surja como
conocimiento basado en la observación y la medición de los fenomenos y procesos
de la naturaleza, torna inevitable su oposición a las afirmaciones dogmáticas acerca de tales fenómenos (el
proceso a Galileo así lo atestigua).
Pero esta oposición entre Ciencia
y Teología inicialmente limitada a la esfera de lo fenoménico, se tornaría
luego, con el Iluminismo y el Positivismo, en absoluta e irreconciliable.
Ni Copérnico, ni Bacon y Galileo, Giordano Bruno, Descartes y Newton, eran
agnósticos y ateos, muy por el
contrario, vivieron y realizaron su obra en el marco de la fe en Dios,
cuya mano y maravilla veían en la obra de la Naturaleza. No sentían incompatible su fe con un conocimiento
empírico del mundo fenoménico. Sin embargo,
en los tres siglos siguientes la ciencia fue adquiriendo -como en
tiempos anteriores la teología- el carácter de
conocimiento excluyente que podría dar cuenta no sólo ya de los
fenómenos de la naturaleza sino de la realidad in tótum, si bien ello se logrará gradualmente, a medida que
progrese, que es el sentido que asumirá
con el positivismo.
La ciencia moderna nace como consecuencia de
la necesidad de explicar los fenómenos con los que el hombre se enfrenta en
términos no teológicos ni metafísicos, y
esta es una aspiración que en primer lugar reconoce razones prácticas. Pero los
hombres cuya obra y pensamiento
dio lugar al surgimiento de la
ciencia no confundían la esfera de lo fenoménico con la religiosa y metafísica. Sin embargo,
el autoritarismo eclesiástico y las necesidades políticas de
todo tipo con que se contamina la
religión (y para el caso vale lo
mismo respecto a la propia ciencia) cuando se con-
vierte
en elemento hegemónico de una sociedad, hacían inevitable que un nuevo tipo de
conocimiento emergiera en conflicto con dicho poder hegemónico, pues en un tal
contexto la pretensión de fundamentar un saber liberado de los controles
dogmáticos y que funda su autoridad sólo en la evidencia de los hechos, no
podía menos que percibirse como un peligroso enemigo al que debe combatirse; en
ello va
en juego no tanto quizás la verdad de las cosas como
los intereses concretos de personas, grupos e instituciones (aunque no sea
patente para sus protagonistas por cuanto se piensa dentro de un determinado
paradigma). Ello sin perjuicio, por otra parte, de las interpretaciones
literales y pueriles en que suelen incurrir los poderes religiosos (tanto en el
cristianismo como en el islam), como aquello de que la tierra no podía girar
alrededor del sol porque la Biblia dice
supuestamente otra cosa.
1 M: Bunge, La Ciencia su método y su filosofía, p.
9
2 F. Murat, ob. cit., p. 65
Estas
interpretaciones pueriles, aparecen como
tales cuando la historia ha superado las circunstancias en que tuvieron lugar
los conflictos aludidos y demuestran, en
última instancia, cómo se desvirtúa la religión (y también la ciencia) cuando
deja de ser fiel a su propia esencia y comienza a rebasar los límites de su
natural esfera de validez.
Pero el mantenerse dentro de los límites de
la propia esfera de validez, así como no lo hizo la religión en los comienzos
de la ciencia europea, así también, cabe pensar, dejó de hacerlo esta última a
medida que se fue
consolidando y desarrollando como conocimiento del mundo
objetivo. El conocimiento empírico,
riguroso y metódico de los
fenómenos, junto al reemplazo de una fe por otra, Dios por la Razón, dio como
resultado que la ciencia comenzara a entenderse como opuesta a toda forma de
pensamiento religioso y metafísico; más aún, como la responsable de aventar el "oscurantismo
religioso"(que lo hubo y hay, y mucho), forma particular del pensamiento
mágico, propio de etapas anteriores del desarrollo humano.
Esto es lo que vendría a sostener el
Positivismo de Augusto Compte con su famosa ley de los tres estadios:
Teológico, Metafísico y Positivo. Y si bien el "positivismo
científico" (y neopositivismo)no puede confundirse con la "filosofía
positiva" de A. Compte, es obvia la común atmósfera espiritual que
respiran, siendo que aquél no es más que la sutilización y rigorización lógica
de ésta, como lo indica la propia expresión "neopositivismo lógico".
El positivismo expresa así la absolutización
del saber definido como científico. Ya
no habrá, según este concepto, otro conocimiento válido que el científico; todo
lo demás es mera especulación sin fundamento,
retórica hueca y carente de sentido. Tal distinción entre mera
especulación y ciencia proviene de la base empírica en que desde
sus comienzos se ha fundamentado
el conocimiento científico, esto es,
elaborado en base a la
observación rigurosa (controlada) de un fenómeno, previamente acotado y
definido en términos operativos, y la verificación de resultados a partir del
control de las variables significativas (experimentación).
Este
empirismo y operacionismo de la ciencia, además de la fundamenta ción lógico-matemática
como condición metodológica, es lo que está en la base de la distinción entre
"ciencia", "no-ciencia" y "pseudociencia". El
paradigma dominante de la
ciencia se identificará, en
consecuencia, con lo que Franco Murat denomina "positivismo estricto"
y que, según este autor, se define por la defensa o aceptación de
todos y cada uno de los siguientes
postulados:
1- El conocimiento verdadero o cierto de la realidad es aquél que
nos proporciona la ciencia y la
lógica-matemática.
2- La ciencia se restringe (autolimita) a enunciados directamente
observables.
3- Todo enunciado que pretenda informarnos acerca de la realidad,
tendrá un significado en la medida en
que se conozca el modo
de comprobar, de
una manera intersubjetivamente valedera y
efectiva, si es verdadero o no.
4- Hay un solo camino hacia un conocimiento de la realidad y éste
es común y único para toda disciplina
independientemente de su
objeto, sea éste natural o humano.
A estos postulados subyacen otros aún más básicos, a saber:
A- Existe una realidad o mundo inteligible independiente de la con
ciencia (sujeto cognoscente). Realismo.
B- La realidad o el mundo posee una estructura material y todo cuanto
existe responde, en última instancia, a
esta condición.
Materialismo.
C- El conocimiento s¢lo es posible a partir de la experiencia sensi-
ble. Empirismo.*
Realismo, materialismo y empirismo,
conforman el trípode sobre el que se asienta la ciencia moderna. A su vez, esta
concepción supone la rigurosa (e irreconciliable) separación
"sujeto-objeto"; la conciencia cognoscente (o mente) y el mundo de
afuera.** La filosofía cartesiana, una
de las vertientes principales del pensamiento moderno, es la cabal expresión de este radical dualismo.
Conforme, pues, a los elementos hasta aquí
establecidos, el concepto de ciencia que subyace a la práxis científica
real, particularmente en el terreno de
las ciencias de la naturaleza, se podría enunciar en los siguientes términos:
La ciencia es un saber
empírico-racional, de carácter comunicable, de una realidad externa (mundo) e independiente del hombre (conciencia) que procede por medio de enunciados observacionales cuya validación última está
dada por la contrastación empírica y capacidad de predicción.
F. Murat, en la obra ya citada, expresa en los siguientes
términos
el criterio de demarcación entre
ciencia y no-ciencia:
"Una teoría adquiere relevancia científica únicamente si es po
sible o bien ejecutar o bien, por lo menos, imaginar una expe
riencia o forma de contrastación con los hechos reales,
tal
que ésta pueda denunciar o revelar su falsedad o inconsisten-
cia".(1)
* De tales postulados
derivan el método inductivo y el principio
de causalidad,
esenciales para la concepción positivista de
la ciencia.
** "...ni siquiera está
del todo claro qué significa esta antítesis:
“naturaleza objetiva/mente humana".
Schrodinger E., Ciencia y Humanismo p.62
(1)
F. Murat, ob. cit., p. 88
Es
este, en términos generales, el concepto dominante de ciencia y su significación en el contexto del pensamiento moderno. Más
allá de los
serios
problemas epistemológicos que suscitan todos y
cada uno de los postulados básicos sobre los que este
concepto se asienta, lo cierto es que la Ciencia es, por sobre todas las cosas,
conocimiento empírico verificable (o refutable), que en la cultura occidental
moderna asumirá el rango de único conocimiento válido; vale decir, la ciencia
constituirá la
única
posibilidad de conocimiento, todo
lo demás no
será conocimiento
propiamente
tal (a lo sumo mera opinión, doxa),
sino "especulación", "superstición", resabio del
"pensamiento mágico" y metafísico.
Esta es la idea positivista de la ciencia
y si bien existen muchos autores y científicos que tienen un concepto más
moderado y limitado de la ciencia, a los fines del presente trabajo lo
fundamental es destacar que este concepto positivista es el que ha dominado
históricamente y en el contexto de tal predominio se verifica la situación de
la psicología descrita en los apartados I, II y III.
La obra de Thomas Kuhn en la
epistemología contemporánea reviste,
desde nuestro punto de vista, una particular significación para arrojar un poco de luz en este panorama
de la psicología occidental con temporánea: "Abundancia de sistemas y
ninguna interpretación de los hechos psicológicos con los que todos los
psicólogos, o al menos una mayoría, estén acordes".(1)
La clase de confusión y rivalidad que
encontramos en la multifacética psicología dista mucho de la existente en la
física de la década del 20 y a la que Wolfang Pauli hacía referencia a través
del siguiente comentario a un amigo: "...en este momento la física se
encuentra en un estado de terrible confusión..., me
resulta demasiado difícil y me gustaría haber sido actor de cine o algo por el
estilo y no haber oido hablar nunca de la física".(2)
La confusión a la que se refiere Pauli tiene
que ver con las perplejidades que planteaba la formulación de la física
cuántica en el seno de una ciencia normal que, a su vez,
siempre fue considerada como prototipo y modelo de ciencia. La situación que
presenta la psicología, en cambio, obviamente, es bien distinta.
En primer lugar, no se ha dado en la física
en ningún momento de su desarrollo
disparidades sobre el modo de entender y definir el
objeto de estudio (la materia o la estructura del universo físico y las leyes que lo gobiernan) como
constatamos en la psicología.
En segundo lugar, no puede decirse que
en la
psicología exista una
"comunidad científica" como la define Kuhn; en todo caso, lo
que hay son comunidades de
representantes y seguidores de una multiplicidad de escuelas.
En tercer lugar, existe en la física un
corpus legaliforme que conforma una
estructura conceptual sólida y relativamente homogenea a partir de la cual
operar; nada semejante podemos encontrar en la
psicología. De modo tal que si Pauli hubiera deseado ser actor y no
haber oido nunca hablar de física, qué nos queda a los psicólogos?
1.
Heidbreder E., ob. cit., p. 311.
2. Citado
por Th.Kuhn en "La Estructura de las Rev. Cient., p. 138.
Paradójicamente
Kuhn, formado originalmente como físico, deriva gradualmente hacia la historia
y filosofía de la ciencia, según su
propia confesión, luego de haber tomado contacto con las ciencias/no-ciencias sociales y haber
comprobado, precisamente, la diversidad de
posturas e interpretaciones que en ellas son moneda corriente.
En el prefacio, en una nota al pie de página, dice:
"El pasar un año en una comunidad compuesta, principalmente, de
científicos sociales, hizo que me
enfrentara a problemas imprevistos sobre las diferencias entre tales
comunidades y la de los científicos naturales (...) Principalmente me asombré
ante el número y el alcance de los desacuerdos
patentes entre los científicos sociales
sobre la
naturaleza de problemas y métodos
científicos aceptados".(1)
Pero hay más, la estructura conceptual
básica de su epistemología, su visión de
la ciencia, se apoya en cierto tipo de nociones y principios provenientes de
las ciencias/no-ciencias sociales, en
particular la Psicología Social y la Sociología.
En el mismo prefacio de la obra aludida Kuhn relata:
"Uno de mis colegas me animó a que leyera escritos sobre la
psicología de la percepción, sobre todo de los psicólogos
de la Gestalt; otro me presentó
las especulaciones* de B.
L. Whorf acerca del efecto del lenguaje
sobre la visión
del mundo...Una nota encontrada por casualidad al pie de u
na página, me condujo a los experimentos por medio de los
cuales Jean Piaget ha iluminado tanto los mundos diversos
del niño en crecimiento como los procesos de transición de
un mundo al siguiente".(2)
En una palabra, ciertos conocimientos y
principios teóricos provenientes de la psicología (entre otras
razones) sirven para que alguien formado
en los conceptos y métodos de la física se replantee el
mismo concepto de ciencia que
sostiene a su propia disciplina. Debe
reconocerse una total falta de prejuicios teóricos en Khun, lo que no deja de ser
un hecho significativo en el contexto epistemológico.
La noción de que un "paradigma"
constituye una especie de gestalten (estructura
o configuración perceptiva) que no sólo determina el modo en que se organiza
el conocimiento (en un determinado momento), sino que
condiciona la "percepción" que el científico tiene del objeto (mundo, ciencia) y los problemas que se plantea, se sustenta en el
principio psicológico de que la percepción no es en modo alguno un proceso
pasivo de pura recepción de estímulos, sino un proceso activo configurado por
una multiplicidad de variables externas (medio ambiente) e internas (psicológicas).
Principio éste que, arrancando de la psicología de la Gestalt (nacida como crítica de las interpretaciones
elementalistas de los fenómenos psicológicos)), ha llegado a ser básico y de
uso corriente en la psicología actual.
Si el proceso perceptivo como proceso picológico
se da de este modo y el científico es un ser humano, por qué razón la
percepción-cognición que tienen los científicos del mundo y sus fenómenos ha de
escapar a esta regla?
1. Kuhn Th., ob. cit., p. 13
* Obsérvese que Kuhn
emplea la palabra "especulaciones", que posee una clara
connotación en contraposición a las
formulaciones científicas.
2.Kuhn
Th., ob. cit., p. 11
Otro concepto importanente en el pensamiento
de Kuhn, el de "comunidad científica", con sus lealtades y pautas de
procedimientos (lo aceptado y lo rechazado, lo premiado y lo castigado, lo bien
visto y lo mal visto) rescata para la interpretación epistemológica los
procesos de presión y
condicionamiento
(necesidades de aceptación,
identificación, identidad, autoestima, etc) que se verifican en los miembros
de cualquier grupo y que conforman un extenso capítulo de la Psicología
Social.
Acaso los hombres de ciencia no responden y
actúan en función de las mismas necesidades y mecanismos de respuesta que los
demás hombres? Por qué razón habrán de ser una excepción a las descripciones de
la psicología?
Este es, según nuestra opinión, uno de los
grandes méritos de Kuhn al haber contribuido a desmitificar la
pretensión de una ciencia impoluta y un tratamiento "objetivo" del mundo o realidad.
Mucho se ha discutido y se seguirá discutiendo respecto a la precisión del
concepto de paradigma en Kuhn, pero
lo cierto es que ha devenido en un concepto harto difundido y de notoria
utilidad.
Desde el punto de vista aquí sustentado, la
epistemología kuhniana y la particular transformación conceptual del
autor evidencian la razón profunda de la situación de la psicología que
estamos considerando (y también de lo que en este sentido toca a
las demás ciencias del
hombre). Razón profunda que pasa por la cosmovisión (weltanschauung)
plasmada en la propia idea de ciencia tal como históricamente se desarrolló en
la cultura occidental; idea esta que precisamente la epistemología de
Kuhn viene a poner en tela de juicio.
Digamos que Kuhn vino a hacer algo así commo
poner "el dedo en la llaga"
en un punto (hasta la aparición de su obra) ciego del pensamiento científico,
cual es el hecho, central en la epistemología de Kuhn, de que el propio
pensamiento científico representa sólo
un "modo" de "ver" el mundo, en consecuencia,
posee todas las limitaciones y
potenciales deficiencias de cualquier cosmovisión; en una palabra, se
asienta sobre supuestos y principios a
priori (aunque desde el punto de vista metodológico se rechacen los
postulados a priori como recurso
válido de la ciencia) que, en cuanto tales, no estan sujetos a
discusión, pero que pueden llegar a ser tan falsos (o no absolutos) como
cualquier otro. Esta puede ser una poderosa razón, según creemos, del
especial rechazo que genera la obra de Kuhn en el
"establishment"
neopositivista.
La noción de
paradigma, más allá de las ambigüedades, imprecisiones y polisemia que
el término pueda tener, gira en torno
a la idea absolutamente
respaldada desde la psicología (y no nos preguntemos ahora cuál psicología) de que
"percibir es interpretar".
Y aquí "percibir" debe entenderse como "gestalten"
psicológica, vale decir que posee elementos sensoriales, cognitivos,
afectivos y experienciales, tanto
concientes como inconcientes.
El
paradigma representa y condiciona un modo de "percibir" el
mundo y la ciencia (lo que se define por ciencia) y el paradigma, según Kuhn no se cuestiona, a no
ser que surja una crisis provocada por la insuficiencia del propio paradigma
para dar cuenta de anomalias.
El modelo positivista de la ciencia,
conforme a lo descripto en el a partado anterior, cabe ser pensado en función
del concepto de "paradigma" introducido por Kuhn. De tal forma que la
situación de la psicología podría
comprenderse mejor si la pensamos en este contexto epistemológico que, según se
ha señalado, ella misma ha contribuido a formular.
Hemos visto el estado actual de la
psicología caracterizado por una multiplicidad
de objetos y, consecuentemente, de métodos. Hemos visto también que esta variabilidad de
los modos de entender y hacer psicología han convertido a la disciplina en un
terreno resbaladizo en el cual la discusión en torno al carácter
"científico", cuasi-científico o pseudocientífico de una "teoría-corriente" psicológica se hace
eterna y agobiante.*
En base de lo hasta aquí cosiderado podemos
procurar establecer algunos puntos de apoyo evitando los dogmatismos del tipo:
"psicología científica es esto..., lo demás es charlatanismo".
Por lo pronto la cuestión general de si la
psicología es una ciencia o no es evidente que no puede ser respondida por la
afirmativa o por la negativa en relación a la psicología en su conjunto. Dada la alta dispersión
teórico-epistemológica que la disciplina presenta, sólo cabe analizar cada una
de las orientaciones teóricas que adoptan para sí mismas el nombre de
"psicología", aunque se identifiquen con otras expresiones (conductismo, psicoanálisis,
etc.) se considera que son psicología;
con lo que estamos instalados de pleno en lo que hemos denominado en el
apartado III "el problema". Mas si en algo hemos avanzado a través de las consideraciones de los
apartados IV, V y VI, esperamos estar ahora en mejores condiciones de
encararlo.
Tenemos explicitado un concepto de ciencia
que hemos caracterizado como el propio del "modelo positivista".
Hemos intentado también, dentro de las limitaciones de un trabajo como el
presente, señalar los factores histórico-sociales que consideramos más
importantes en cuanto condicionantes o favorecedores del surgimiento y
desarrollo de este modelo y, finalmente, valiéndonos del pensamiento de Thomas
Kuhn, entendemos a dicho modelo como un paradigma, por lo que adoptando este
concepto podemos hablar en adelante del Paradigma Positivista para
referirnos al concepto predominante de la ciencia en relación a otros conceptos
posibles o modos de entender la misma. Esta condición dominante del paradigma
positivista, a su vez, conduce a la distinción entre ciencia y pseudociencia,
con la descalificación implícita que
este segundo término conlleva, como uno de los atributos
ínsitos del propio paradigma al considerar a la ciencia como la única
posibilidad de conocimiento verdadero o, simplemente, de conocimiento, ya que
el propio concepto supone el contenido de verdad. "Pero cuando
afirmamos que una determinada disciplina
no es científica ha llegado a sigificar, por diversas razones, no verificable,
irreal o cognitivamete inválido".(1)
Con estos elementos a la vista el
"problema" de la psicología ya
no queda circunscripto a dilucidar la cientificidad o no de tal o cual expresión
del saber psicológico, sino que se nos plantea
la necesidad de analizar los alcances del paradigma dentro
del cual el "problema" se presenta como tal. En efecto, en los
términos del Paradigma Positivista acaso sólo una entre las
diferentes teorias-corrientes psicológicas podría salvar las
exigencias (al menos desde el punto de
vista formal) de cientificidad definidas desde el paradigma.
Es el caso del conductismo, cuyo
programa original estuvo centrado, precisamente,
en el objetivo de fundar una psicología científica, tal como
queda
expresado en la cita de Watson a la que
hiciéramos anteriormente
*
Existen
orientaciones en la psicología actual que ni siquiera reunen los requisi-
tos que
hacen de una formulación una teoría en sentido estricto.
1. Wilber K.: Los tres ojos del conocimiento, p. 97
referencia.
En qué medida el conductismo watsoniano,
y su posterior evolución hasta nuestros días, responde plenamente a los
parámemetros de cientificidad positivista no es asunto que nos
propongamos analizar aquí; no obstante, sí es importante destacar que el
conductismo representa el mayor esfuerzo integral de elaborar una psicología
científica.
Ahora bien, al mismo tiempo cabe preguntarse
si el conductismo permite dar respuesta a los interrogantes fundamentales de la
psicología; si la "conducta observable" alcanza a dar cuenta de la fenomenología psicológica
y la "realidad" humana que la psicología se plantea. Obviamente que
desde una toma de posición conductista la respuesta ha
de ser un sí rotundo.
Un conductista dira: "aquello
de lo que no puedo dar cuenta en térmi-
nos
empíricamente observables (científicamente) no
forma parte de mi indagación como científico".
Postura ésta enteramente legítima si
implicara la autolimitación derivada de los alcances y posibilidades del método
científico; pero ya hemos visto que el Paradigma Positivista supone la
pretensión de que la ciencia, en cuanto único conocimiento posible,
potencialmente puede explicarlo todo;
por lo tanto el conductismo no es sólo el modo científico de estudiar la
conducta, es también (y esto es lo decisivo) toda una concepción
del hombre (lo cual es exactamente igual respecto al resto de escuelas
psicológicas).
De modo
que cuando el conductista dice:
"Me rehuso a estudiar la
conciencia porque es inaccesible al
método científico..."
No está diciendo:
"La conciencia es una cualidad del
ser sobre la que la ciencia
no abre juicio..."
Sino que dice:
"La conciencia no es mas que el
aspecto subjetivo de procesos
fisicoquímicos, que sí pueden
observarse y explicarse cientí
ficamente."
De
este modo, todo lo más específicamente psicológico es reducido por el
conductismo a procesos fisiológicos y relaciones cuantificables conforme a las
exigencias de la ciencia, pero no por mero convencimiento metodológico, sino
por una expresa concepción ontológica.
El concepto de la interioridad humana
como dimensión diferente a la biológica*
es totalmente ajeno tanto al conductismo como al positivismo científico del
cual aquél es expresión. Un léxico no cuantificable y opera
cionable es inmediatamente calificado
de "resabio metafísico", de poco
serio, especulativo y no científico.
Pero, qué "pruebas" científicas ofrece el conductismo para
sostener que el hombre y su conducta es
sólo lo que dice que es? Que sepamos, lo que se dice "evidencia
científica", tal como
ésta debe entenderse desde un positivismo estricto, no la ofrece en
absoluto; razón por la cual el conductismo, por más
científico que sea o pretenda ser,
se asienta sobre postulados no
menos indemostrables que la más "mística" o metafísica" de las escuelas
psicológicas.
Luego tenemos un amplio espectro de
estudios e investigaciones en el campo
de la psicología que definen y acotan meticulosamente un fenómeno o cierto
orden de fenómenos que son abordados a través de las exigencias metodológicas
corrientes de la ciencia, particularmente a
partir del empleo de métodos cuantitativos y el análisis estadístico.
Este tipo de investigaciones en general están
referidas a fenómenos que no ofrecen
grandes dificultades para un
tratamiento "objetivo" a través de la medida y cuantificación de
variables. Tales fenómenos son abordados
desde diversos campos teóricos en cuanto a sus autores,
pero
comunmente
se agrupan en torno a problemas prácticos de áreas de aplica ción de la
psicología, como el trabajo, la industria,
las organizaciones, la educación, publicidad, la clínica, etc.
Ejemplos de tales investigaciones serían la
aplicación de una prueba de concentración en la tarea para evaluar ciertos
problemas de producción y tomar
decisiones; la medición operativa del tedio y el cansancio en una actividad
productiva; la evaluación
estadística, sobre la base de parámetros previamente definidos, de las
diferencias entre grupos respecto
a
la incidencia de una variable; el estudio de actitudes referidas a un aspecto o
situación particular, y así una gran variedad de cuestiones que son
definidas en términos operativos (tal como lo requiere la metodología de
investigación científica), en contextos muy acotados y definidos.
La investigación científica en
psicología dentro de este orden
de condiciones no ofrece dificultades mayores a las que pueden encontrarse en
cualquier otra disciplina científica, en tanto y en cuanto los fines que se
persiguen son eminentemente prácticos.
Las dificultades comienzan
cuando las conclusiones se emplean para sostener o avalar principios teóricos de orden
general, es decir para sostener o avalar
una teoría explicativa o formulación de regularidades (capacidad predictiva) en
el terreno del comportamiento humano. Aquí la situación en psicología empieza a
diferir significativamente respecto a las ciencias de la naturaleza. Mientras
en éstas la investigación científi
ca
de un fenómeno se encuadra dentro
de una teoría explicativa ya conformada
y avalada por la investigación anterior, por lo que la nueva
investigación
representa una contribución en la comprensión de un fenómeno y, en
consecuencia, puede hablarse en este
sentido de progreso en el conocimiento, salvo que se produzca una anomalía
(desde la óptica de Kuhn) que obligue a revisar la teoría o bien, si la crisis
es muy grave, el propio paradigma.
El tipo de investigación al que nos estamos
refiriendo no pretende, por lo general,
confirmar o refutar una teoría o determinados aspectos de ella no puede significar
que no se realice dentro del "marco teórico" sustentado por el autor.
Fuera del conductismo en cuanto
"teoría" y la investigación
práctica mencionada, prácticamente no
existe nada más en psicología que
pueda reputarse como científico en el sentido positivista de este concepto.
Más aun, considerando que esta investigación
práctica, por su propia
naturaleza,
no constituye un sistema teórico
homogeneo, hay que decir
que la conclusión inevitable no puede
ser otra que, salvo el conductismo,
*
Hablar de “dimensión diferente” no implica
adoptar posturas dualistas, sino
sostener la existencia de planos o niveles
del "ser" que, aunque vinculados,
no son suceptibles de reducirse al plano
físico-químico como determinante.
no
existe en psicología ninguna otra
teoría de base
científica, pues si así fuera, debiera producirse en algún
momento una definición entre teorías
rivales con la eliminación de una de ellas, e incluso de ambas en favor de
una tercera mejor respaldada por los
"hechos".
Sabemos que en la psicología las cosas
ocurren de otro modo; hay teorías
rivales, pero estas teorías
rivales en realidad son paradigmas diferentes entre los cuales existe,
desde la perpectiva de Khun, incon- mensurabilidad. Vale decir que en psicología no estamos en condiciones de
resolver las discrepancias teóricas en
base a los procedimientos de la
"ciencia normal"
porque tales discrepancias no se
dan en el marco de la interpretación de resultados
de investigación, sino que son de orden "ideológico" o
cosmovisional.*
Bajo los criterios del positivismo
científico habría que decir con todas las letras que, salvo los
casos recién mencionados, todo lo que compone la psicología contemporánea
(acaso el 90%) es pseudociencia.
Esta conclusión seguramente espanta a la
mayoría de los psicólogos y también a la gente en general si se le dijera esto
sin más trámites, lo cual es muy comprensible desde el lugar del que tal espanto
surge: la cultura moderna centrada en la ciencia. Decir en nuestra
cultura científico-tecnológica que algo no es científico equivale en
sus efectos a los que se
producirían en una cultura religiosa si se declara que Dios no existe. Tales efectos no pueden ser
otros que los de conmoción, porque esto es lo que se produce cuando se elimina
de golpe la base de sustentación ideológica de un grupo.
No se trata claro está, por una cuestión de prudencia y sentido
común, de llevar estas reflexiones y sus consecuencias
al gran público; pero en lo que a los psicólogos respecta
no pueden soslayarse porque, de hecho, han estado instaladas en el seno
mismo de la psicología desde sus comienzos.
Y qué hacemos habitualmente los
psicólogos ante el
problema de la cientificidad de la psicología? Por
lo general existen dos actitudes
predominantes:
a- Soslayar la cuestión y hacer como
que no existe.
b- Disputar sobre la cientificidad de
la propia teoría/corriente
suscripta.
Ninguna de las cuales logra evitar la
angustia que el problema suscita, pues la sola sospecha de que la propia
disciplina o el marco teórico adoptado no sea ciencia, en nuestra cultura, no
puede menos que llevar a
experimentar la angustia de la
incertidumbre respecto al valor de lo que estudiamos y practicamos (con la
consiguiente lesión narcisística).
La primera alternativa, obviamente, no
ofrece solución al problema planteado en tanto y en cuanto no lo asume
como tal. La segunda supone explicitar
el concepto de ciencia a partir del cual determinar tal cientificidad, y este
concepto, entendido como el mayoritariamente compartido por la comunidad
científica y el que mejor se ajusta a la práxis tradicional, no puede ser otro
que el correspondiente al Paradigma
*
Se emplea aquí el término "ideológico" en el sentido más general de
ideología
como “sistema de ideas totalizador o
totalizante con respecto al mundo y al
hombre”. La ciencia positivista, por lo
tanto, formaría parte de un sistema
ideológico. También puede
agregarse que el término, así empleado, asume una
significación
equivalente a la del concepto alemán de weltanschauung.
Positivista,
por lo que, desde este paradigma, no quedan muchas dudas respecto a qué tipo de
enunciados son de carácter científico y cuales no. Resulta impropio y fuente de
grandes confusiones estirar y manipular el paradigma para hacer, con gran
esfuerzo, que una "teoría-corriente" en- tre en él; vale decir,
lograr el certificado de cientificidad.
Existe sin embargo una tercera posibilidad,
a nuestro juicio la única consistente: poner en claro los alcances del
paradigma y la Weltanschauung de la que forma parte para, a partir de
allí, abrir la posibilidad de una lectura más promisoria del estado actual de
la psicología.
Exploraremos esta posibilidad en el
próximo y último
apartado.
El sólo hecho de hablar de la
psicología como ciencia nos plantea el problema de la posibilidad de tal
pretensión. Hemos sostenido en el apartado IV que el problema del conocimiento
remite en última instancia a la ontología. La postura que se adopte ante el
problema del conocimiento se apoya en la previa concepción sobre la naturaleza
del ser o realidad.
El paradigma positivista supone una
concepción de la realidad
que históricamente se identificó con lo que filosóficamente puede
denominarse “materialismo”. La realidad
es, en definitiva, realidad material y nada
existe fuera de la materia. Este materialismo burdo alcanzó su pináculo durante
el siglo XIX y, si bien fue superado por los
avances de la física durante el siglo pasado, se incorporó como un
elemento esencial de la cultura moderna:
racionalista y cientificista. El conocimiento sólo puede ser tal en la medida
que expresa la realidad; ésta es de naturaleza material, en consecuencia
sólo puede haber un conocimiento
posible: el que describe y explica los procesos materiales, o reductibles, en
última instancia, a los mismos.
Esta es la tésis ontológica del positivismo.
A su vez, el problema de la fundamentación
del conocimiento no puede menos que resolverse por la via del ncodilla. Si la realidad es material, la única
posibilidad de acceso a ella es por/a través de los sentidos, por lo que (luego
de superado el empirismo ingenuo) el
único modo legítimo de fundamentar el
conocimiento es por medio de la verificación empírica, esto es, a
partir de rigurosos procedimientos (método científico) de constrastación de los enunciados con los
hechos, es decir, con los fenómenos y procesos de los cuales puede tenerse “evidencia” empírica.
Esta es la tésis epistemológica
del positivismo.
De aquí que sólo hay una ciencia
(conocimiento) posible y en los términos del paradigma positivista “todas las proposiciones
de la ncodil-gía describen acontecimientos físicos, a saber, la
conducta física de los humanos y otros animales”.(1)
Es entonces que, tal como se sostuvo en el
apartado anterior, del vasto conglomerado de posturas teóricas que ofrece la
psicología actual, una vez hecho
un adecuado análisis de todas y cada una de
dichas corrientes, muy poco (atendiendo a la producción existente
bajo el rótulo de psicología) es lo que
se aceptaría como conocimiento científico.
1.
A.J. Ayer: El Positivismo Lógico, p.
171
Más
aún, estamos tentados de decir que
este “remanente” científico es extremadamente exiguo. Pensemos
por ejemplo en el psicoanálisis, teoría ésta no sólo de amplia influencia, sino
que su producción (comenzando por la propia obra de ncod) cubre una enorme
porción de la existente en psicología, en qué medida sus tésis fundamentales
(si es que puede hablarse de ellas atendiendo a la diversidad de orientaciones)
admiten la prueba de “verificabilidad” (o refutabilidad) exigida por el método
científico? Mucho se ha escrito sobre
esto y el veredicto, desde el
positivismo estricto, es inapelable: ninguna de ellas puede ser verificada o
refutada en términos de experiencia empírica
intersubjetivamente consensuada. Ello es obvio por cuanto, caso
contrario, el psicoanálisis no sería una teoría más (por importante que fuere)
entre otras, sino que constituiría el saber psicológico científico
propiamente tal, cosa que, desde
luego, sostienen quienes adhieren a
dicha teoría (que por otra parte no es
homogenea), pero nadie más fuera de
ellos, tanto dentro como fuera de la
psicología.
Si de la producción psicológica alcanzada
durante algo más de un siglo de su constitución como disciplina particular,
sólo una muy pequeña parte (otra grave cuestión es la significación de esta
parte para el conocimiento y comprensión del hombre) de tal producción admite
la califa-
ción
de ciencia en términos del Paradigma Positivista, surge inevitable el
interrogante de la posibilidad misma de una ciencia
psicológica en el marco del paradigma.
La respuesta es clara, la Ciencia en tanto
ciencia moderna es un saber “objetivo” demostrable (y refutable) que ha dado excelentes
resultados en el ámbito de fenómenos que admiten tal objetivación(naturaleza), más cuando se pretende objetivar lo que por sí no
lo es (interioridad – intersubjetividad)tal
conocimiento, por definición, se torna imposible.*
“Una posible definición de la psicología como la ciencia de aquéllos
fenómenos que, por su misma naturaleza, sólo pueden ser observados por una
persona.”(1)
Es esta una cuestión de lógica elemental: en
tanto la ciencia es un instrumento de
conocimiento, este instrumento (método
científico) fue pensado y elaborado para
un fin específico (conocimiento del mundo en cuanto realidad
física observable) y seguirá siendo
idóneo siempre que no se lo pretenda usar para otros fines. La pinza es hábil
como instrumento de fuerza, deja de serlo como herramienta para clavar,
atornillar (aunque algo de esto pueda hacer, pero precariamente) y es
absolutamente inepta para soldar y fotografiar.
Lo que ha ocurrido con la ciencia bajo
el Paradigma Positivista es que de ser concebida como un modo específico
de conocimiento se llegó a entender, por imperio de un proceso histórico-cultural, como el único saber posible merecedor de ser
considerado tal. Lo que en un principio fue
entendido como “instrumento” se convirtió en fin en sí mismo, en un valor
central de la cultura, exclusivo y excluyente, en consecuencia todo saber
pretende ser “ciencia”, pues no serlo
(en los términos de un paradigma
dominante) equivale a “no ser”.
La expansión de la ciencia a nuevas y más
sutiles areas de fenómenos condujo (sumada
a la concepción
absolutizadora), como ya
dijéramos, a procurar aplicar la metodología científica a los fenómenos
y procesos (entre otros) definidos como “psicológicos”, esto es, a la
interioridad humana, el reino de la subjetividad y la
intersubjetividad; entonces surgió
el inevitable problema:
Cómo
estudiar objetivamente (científicamente)lo subjetivo?
Sólo
caben tres soluciones posibles a este problema:
-Desentenderse de todo aspecto o matiz de
subjetividad, sea co mo recurso
metodológico o como postura ontológica al
reducir lo psicológico a procesos de un nivel que permita su objetiva ión, que es la solución adoptada por el Conductismo y las llamadas psicologías
objetivistas.
-Redefinir el concepto de ciencia de tal
modo que haga posible el estudio de
lo subjetivo, que es el caso de toda psicología orientada en la línea de las Ciencias del
Espíritu.
-Renunciar a todo intento de estudio
científico de lo subjetivo e intersubjetivo.
*Paul Feyeraben, en “Contra el Método” señala:
“…después un entrenamiento completo en esa
lógica (la del método científico) condiciona a aquellos que trabajan en el
dominio en cuestión para que no puedan enturbiar involuntariamente la pureza
–léase la esterilidad- que se ha conseguido” (Hyspamérica Arg., 1984, p 15)
1.
Russel B.: El Conocimiento Humano, p.
58
En el primer caso conocemos la opinión de J.
Watson respecto a conceptos tales como mente,
conciencia, etc. Por su
parte, Rudolf ncodi en un trabajo de
1933 denominado “Psicología en lenguaje fisicalista” decía: “…se siente
uno inclinado, realmente, a la conjetura
-que hasta la actualidad no ha podido ser demostrada- de
que las leyes de la psicología
sean casos especiales de leyes físicas
vigentes también en lo inorgánico”.(1)
Postura típicamente reduccionista que, en definitiva, es compartida también por el conductismo. Lo
que ncodi en 1933 (con honestidad intelectual) todavía calificaba de “conjetura
no demostrada” aún continua, luego de más
de 70 años, sin atisbos de poderse demostrar Y 70 años son muchos en la dinámica
del conocimiento científico, a juzgar
por los cambios producidos en una ciencia rigurosa
como es el caso de la física.
El segundo camino es el adoptado por todos
aquellos que siendo conscientes de la irreductibilidad de los fenómenos psíquicos proponen una reformulación del
concepto de ciencia de tal modo que
la misma pueda dar cuenta de la particularidad de este
tipo de fenómenos.
Edward Spranger en el prólogo a la 2da.
edición alemana de su obra Formas de Vida (1920), decía:
“Podría expresar el propósito
cardinal de mi libro diciendo
que me he impuesto por misión enseñar
a ver los fenómenos
espirituales de modo estructuralmente
adecuado”.
(2)
Lo que significa, desde la perspectiva en la que se ubica el
autor, que este modo adecuado no es por
cierto el de la ciencia experimental.
El solo hecho de emplear la expresión “fenómenos
espirituales” indica por sí misma que Spranger no admite, siguiendo a Dilthey, la posibilidad
1. A. J. Ayer: ob. Cit., p. 173 – 2. E. Spranger: Formas
de Vida, p. 11
1.
Hoy ya no diríamos que la psicología sea sólo la
ciencia del sujeto individual,
pero ello no
invalida el hecho de que la psicología supone al sujeto individual.
De
abordaje de estos fenómenos desde la ciencia positivista. La mencionada obra, no por casualidad,
comienza con un capítulo denominado “Dos clases de psicología”, en el que Spranger fundamenta su noción de Ciencias
del Espíritu, a las que asigna como objeto el estudio de una
objetividad que no es la de la naturaleza, sino la histórico-descriptiva y la crítico-mormativa. Dice Spranger:
“…es esta (la psicología) la
ciencia del sujeto indivi-
dual.* Pero este sujeto individual no
puede, en modo algu
no, ser desprendido de sus relaciones
objetivas (…) Se
ocupa en primer término de los
complejos transubjetivos y
colectivos de la vida histórica que,
como conexiones efec-
tivas supraindividuales conciernen
a este
y aquél sujeto
individual.” (1)
Para Spranger, como para K. Jaspers, L.
Binswanger, M Merleau-Ponty, R. May y el propio ncod, lo peculiar de los “hechos
psíquicos” está dado por las “conexiones de sentido”. Este atributo no es cuantificable ni traducible
a indicadores empíricos, en consecuencia,
no es ni siquiera planteado por una psicología al
estilo de las ciencias naturales.
Si se despoja a lo psíquico de esta cualidad el concepto mismo de lo psíquico
es vaciado de contenido.
“El sentido es algo siempre referido al
valor. Digo que una
conexión funcional tiene plenitud de sentido cuando todos
sus procesos parciales se hacen
inteligibles por referencia
a rendimientos de conjunto dotados de
valor (…) Tiene
plenitud de sentido la vida psíquica en el
individuo porque
en sí mismo experimenta como vivencia la
significación de
sus acciones de conjunto y la referencia a
ella de sus fun-
ciones parciales, ya sea como valores o
como antivalores.”(2)
Finalmente Spranger llega a concluir:
“La
psicología fisiológica que se atiene expresamente a la
conexión entre lo psíquico y los hechos
físicos anatómica y
fisiológicamente comprobables, jamás podrá
coincidir con la
psicología que explora lo psíquico en su
relación con el es
píritu”.(3)
En una línea de pensamiento similar,
aunque no necesariamente en contacto
entre sí, un psicoterapeuta existencial de la Universidad de Stanford, Irvin D. Yalom dirá:
“En la década de los 50 (se refiere a
EE UU.) la psicología
académica estaba dominada por dos
escuelas ideológicas prin
cipales. La primera y más dominante era
un positivismo cien
tífico de tipo conductista, la segunda
era el psicoanálisis
freudiano. Gradualmente, los teóricos de
la personalidad (G.
Allport, G.
Murphy, H. Murray, A. Maslow, R. May, etc.)
se
fueron abriendo camino a través de las
limitaciones ncodi-
tas por las escuelas conductistas y
psicoanalíticas. Esta-
ban convencidos de que ambos enfoques
ideológicos de la per
sona dejaban de lado algunas de las
cualidades más importan
tes del ser humano; por ej., la capacidad
de elección, los
valores, el amor, la creatividad, la
conciencia de uno mis-
mo, el potencial de desarrollo humano. En
1950 establecie-
ron formalmente una escuela ideológica a
la que denominaron
1. Ibid., p. 25 – 2. Ibid., p. 31 – 3.
Ibid., p. 37.
Psicología
Humanista”.(1)
Luego dirá Yalom para caracterizar la línea
de pensamiento a la que
como
psicoterapeuta adhiere:
“Las características subyacentes de la
orientación existencial
(en psicoterapia) no son empíricas, sino
profundamente intui-
tivas”.(2)
Las observaciones de Yalom ponen de relieve,
por un lado, el concepto de ideología con que se refiere tanto al conductismo
como al psicoanálisis, lo que, naturalmente, no significa que la
perspectiva por él expresada no constituya asimismo una ideología (expresamente
reconocido) y, por otro, el cuestionamiento al modo de entender la psicología y
el estudio de “lo humano” por parte del positivismo científico.
Por su parte, Ken Wilber
(uno de los grades teóricos contemporáneos de la conciencia y
representante destacado de la psicología transpersonal), analizando los
alcances del Paradigma Positivista dice:
“Los objetos físicos se ajustan
perfectamente a la medición
y podemos conocer fácilmente su logitud,
su anchura, su al-
tura,
su peso, etc. Pero qué sucede con
la esperanza, la
envidia,, el orgullo, la alegría y la
comprensión? Cuál es
la longitud de un concepto? Cuánto pesa
la intuición? Cuál
es la anchura de la idea? La
principal característica de
lo inteligible (lo mental) no es la
extensión sino la in-
tención (su sigificado, su valor, su
compresión intersubje
tiva). Por eso no podemos aplicar el
concepto físico de es
pacio-tiempo a lo inteligible y, por
ello, la
medición y
la cuantificación física son de limitada
utilidad en este
dominio”. (3)
Wilber considera a la Realidad integrada
en tres dominios: el de la sensibilidad (ciencia empírica); el de la inteligibilidad (ciencias dialógicas) y el de la
trascendencia (ciencias espirituales).
El término ciencia, naturalmente,
está empleado como equivalente de
conocimiento, siendo la ciencia en el sentido del Paradigma Positivista
propio del primer dominio, el de
la sensibilidad.
Sobre la pretensión positivista de hacer de
este dominio y de sus atributos el parámetro de lo verdadero, este autor
señala:
“…así, de hecho, el único criterio de
verdad llegó a ser
el criterio empírico, la verificación
sensoriomotora reali-
zada por medio de los
sentidos (ojo de la carne) basada
normalmente en la medición. De
este modo, la verificación
empírica terminó aplicándose no sólo al
ojo de
la carne,
lo cual es muy válido, sino también al
ojo de la mente y al
ojo de la contemplación, lo cual, como
dice Williams James,
no es más que pura palabrería.(…) Eso
supuso que para los
nuevos filósofos de la ciencia lo no
material terminó con-
virtiéndose en algo irreal y,`quien
ignorara teórica o prác
ticamente este hecho era denunciado
con una severidad inusi
sitada. ‘La ciencia se había
convertido en cientificismo,
en positivismo, en materialismo
científico, un alarde de la
1. E. Yalom: Psicoterapia
Existencial, p. 31 Obsérvese el uso que
hace Yalom del
término
”ideológico”.
2. Ibid., p.15
3. K. Wilber: Los Tres Ojos del Conocimiento. P. 104
parte
jungando a ser el todo. `Y esto supuso la ruina de la
filosofía
moderna’.” (1)
Se
distinguen muy claramente pues dos formas de entender la psicología: una en
términos del Paradigma Positivista, reduccionista, fisicalista y empirista, la cual se
corresponde con la visión del mundo y del hombre propia de dicho paradigma;
otra concebida en el contexto de una cosmovisión
opuesta al positivismo, que rechaza sus presupuestos y postulados básicos, que
no admite el reduccionismo materialista, el concepto meramente empirista de la
ciencia y su absolutización episte mológica.
Podría decirse que se trata de dos sistemas ideológicos contrapuestos que implican diferentes
fundamentos filosóficos (ontológicos,
gnoseológicos y epistemológicos).
La psicología será entonces concebida
conforme a uno u otro marco ideológico y su posibilidad en tanto ciencia
asumirá respuestas acordes con la
posición que se adopte. En el primer caso, sólo es viable
como ciencia una psicología que responda a los
criterios positivistas de cientificidad, lo cual, tal como fue
señalado, excluye de esta calificación
el 90% de la psicología, actual e históricamente considerada. En el segundo, la
psicología entendida en términos positivistas no pasa de
ser
el substractum fisiológico y
físico-químico (en consecuencia ni siquiera cabría designarse propiamente como
psicología) de la fenomenología humana, de la que sólo es posible dar cuenta
desde una hermenéutica que considere la integralidad humana de cuerpo, mente
y espíritu, incluya como elemento esencial el orden de lo `cualitativo’
y sus atributos de inespacialidad,
significado e intencionalidad; el ámbito de los valores y la vivencia, en su
dimensión histórico-normativa e intersubjetiva (objetiva) y personal-mental
(subjetiva) respectivamente.
Sin embargo, no puede dejarse de señalar que
el espectro teórico de la psicología es más complejo que el que puede
indicar esta dicotomía.
En el caso del psicoanálisis nos damos con
una teoría nacida y desarrollada en el marco del positivismo científico del
siglo XIX, que opera en el ámbito fenomenológico de la
subjetividad (procesos inconcientes), se asienta sobre el empleo del método
clínico (históricamente considerado más arte que ciencia) y gira en torno a la
interpretación del símbolo y el significado, elementos éstos que están más
cerca de la segunda orientación que de
la primera. Con el psicoanálisis se da la extraña situación de una teoría
perteneciente por origen a la vertiente positivista, que adopta un objeto y
metodología no ncodillado de satisfacer
los requisitos de validación de la ciencia en términos positivistas, razón por la cual el psicoanálisis es
habitualmente categorizado como pseudociencia por los representantes y
defensores más acérrimos de la ortoxia científica en psicología (caso
Mario Bunge).
Por otra parte, dentro de la segunda línea
de pensamiento encontramos corrientes
que, si bien entienden a la psicología como una disciplina cuyo objeto no puede
desvincularse de los fenómenos mentales y no adoptan posturas netamente
reduccionistas (digamos que se trata de un positivismo atenuado), mantienen el
rechazo a la metafísica y otras que reivindican expresamente el papel de la
metafísica en la fundamentación del conocimiento psicológico, como en el caso
de la Psicología Transpersonal.
La
Posibilidad de la Psicología como ciencia, en definitiva, dependerá
manifiestamente del concepto de “ciencia” que se sustente; vale decir, de la epistemología de base subyacente
a cada uno de los enfoques teóricos que
comprenden este campo del conocimiento.
1. K. Wilber: ncod., p. 39. El ncodillado
es cita del autor de palabras del
filósofo A.N.
Whitehead en la obra “La ciencia y el mundo moderno”, N.Y. 1967.
A partir del análisis que hasta aquí
se ha intentado realizar, creemos estar en condiciones de extraer algunas conclusiones útiles en relación a las
preguntas que nos planteáramos en el Introito.
La premisa fundamental que apuntala la
perspectiva de análisis aquí sustentada
podría enunciarse del siguiente modo:
Todo conocimiento, en cuanto
conocimiento de algún aspec
to de la Realidad, supone una "idea"
(concepción) de lo
que se entiende por tal; vale decir,
supone una Ontolo-
gía.
Una segunda premisa responde a la tésis
Kuhniana a la cual se vincula la noción de Paradigma y reza:
El "pensamiento" se
estructura en términos de Gestalten
cognitivo-perceptiva sobre la base de
una matriz socio-
histórica-cultural determinante.
Desde esta última premisa, somos conscientes
de ello, pueden derivar se consecuencias relativistas para una teoría del
conocimiento, por lo que nos apresuramos
a señalar que no suscribimos el ecepticismo de fondo que niega la posibilidad
del conocimiento. Antes bien, esta posibilidad queda afirmada a partir de una
tercera premisa de índole gnoseológica que, conforme a la primera premisa,
presupone una ontología y que, siguiendo a Wilber, podríamos enunciar en los
siguientes términos:
Existen tres órdenes de
conocimientos: sensible, inte-
ligible y contemplativo, cada uno de
los cuales rige en
una esfera particular y específica de
la experiencia hu
mana en la cual es pertinente.
Distinción que retoma la división
aristotélica de los grados del saber (Física, Matemática y Metafísica). El
"lumen exterius",
"interius" y "superius" de los
Escolásticos, que se corresponde con los grados del "ser".
De las tres premisas que se acaban de enunciar
debemos considerar las
consecuencias que se derivan en relación a nuestro tema de interés.
En primer lugar, surge la conclusión de
que el
problema histórico planteado en
torno a la cientificidad de la Psicología es un "problema" sólo en el
marco del Paradigma Positivista, conforme éste ha quedado caracterizado a lo
largo de este trabajo.
En efecto, en la medida que se parte del
supuesto positivista de que sólo cabe reconocer un tipo de conocimiento, el
conocimiento sensible, validado por la
contrastación empírica, obviamente que la mayor parte de lo que se designa bajo
el rótulo de "psicología", tal
como ha quedado expresado en el apartado VII, no responde a los atributos de
cientificidad reclamados por el Paradigma.
Todo
el pretendido "saber" psicológico que exede el marco de los pos
tulados
del "positivismo estricto" (ver) es necesariamente
pseudociencia.
Las
consecuencias para la praxis profesional
de esta conclusión son obvias.
La alternativa a esta inevitable conclusión
sólo puede venir desde un cuestionamiento al propio Paradigma,
poniendo de manifiesto sus limitaciones y debilidades.
Estas han sido formuladas por científicos
relevantes (a quienes nadie osaría
cuestionar sus méritos científicos) desde el
propio seno de la ciencia por
excelencia, la Física, esto es,
desde dentro mismo del Paradigma.
La reseña y el análisis de los
acontecimientos producidos en la Física desde principios de este siglo, que
pusieron en seria crisis la visión
positivista del mundo, del hombre y de la ciencia, merece un trabajo ad hoc que
excede los límites del presente; nos
limitaremos aquí a expresarlo con
palabras de una de las mentes cumbres de la Física de este siglo, Werner
Heisenberg:
"...todas las palabras y
todos los conceptos, por muy
claros que luzcan, están limitados en
cuanto a sus a-
plicaciones."
Si la cosa es realmente así y Heisenbaerg,
un científico notable, no se equivocaba, la pretensión positivista de poseer la
exclusividad del conocimiento aparece en
toda su dimensión como lo que realmente es:
la exacerbación de un modo de conocer, su absolutización como
consecuencia de una deformación histórico-cultural, a semejanza de
la deformación histórico-cultural
de que fue objeto la Religión en la Europa medieval, como lo demuestra la
ejecución de Giordano Bruno y el juicio a Galileo, con su posterior y reciente
reinvindicación por parte del Vaticano.
Convengamos algo: el "espíritu
inquisidor" no es propio de una religión o una época; es propio del afán
de poder del hombre (M. Foucault y su noción de “dispositivo”) y su deseo de dominación, el que se manifiesta
de distintos modos conforme a las circunstancias.
En la Europa de los siglos XV y XVI, donde
la organización socio-política y la
atmósfera cultural giraban en torno a la religión, este espíritu inquisidor
preservador de un estatu quo asumió
la forma de la Inquisición como Tribunal ejercido por el poder dominante. En
el siglo XIX (y por extensión al
XX), con la definitiva afirmación de la Ciencia en tanto conocimiento
verificable empíricamente y comunicable
y con la consiguiente centralización de la cultura en torno a este
valor, se manifiesta (seguramente de forma más civilizada) como
"positivismo estricto" desde cuyo Tribunal se determina
inapelablemente qué es Ciencia y qué no lo es, con todo lo que ello
conlleva en una Cultura cientificista en cuanto a desvalorización de otras
formas legítimas, profundas y serias
de conocimiento y las correspondientes
prácticas a que el mismo de lugar.
Obviamente que este tipo de planteo no puede
conducir a la conclusión facilista de afirmar la abolición
de los criterios de verdad, o aproximación a la verdad, que todo conocimiento
que se precie de tal debe preservar. La necesidad de tales criterios y la
búsqueda de los mismos estará siempre acompañando el afán humano de conocer;
pero también será un ineludible aspecto de la condición humana
el hecho de que el conocimiento es, por naturaleza, limitado. Y este es
precisamnete, a nuestro juicio, el error positivista; su pretensión
omnicomprensiva, que en definitiva no es más que el eterno afán humano
culturalmente condiciona
do
por las circunstancias históricas.
Cuando el universo cultural se absolutiza en
base a aspectos parciales de la relación del hombre con el mundo y la propia
existencia, la Religión y la Ciencia (como cualquier otro ámbito
cultural) se hipertro fian en detrimento de otras formas de conocimiento
pertinentes a la naturaleza de determinados fenómenos y aspectos de la
realidad. La interpretación de la estructura del Universo en base a la
literalidad biblica, en un caso, o la interpretación fisicalista del universo
humano, en otro, por caso.
Se produce de este modo lo que Wilber denomina
"error categorial", consistente en pretender explicar y
comprender (conocer) los procesos y fenómenos de un dominio por los de otro.
Así habría ocurrido con la Religión, pretendiendo explicar los fenómenos
materiales apelando a la Revelación y asimismo ocurriría con la Ciencia
(empírica) cuando pretende explicar lo mental y espiritual a partir de lo
material.
Las tres formas de conocimiento se
corresponden con tres
dominios del "ser" y cada una de ellas reconoce el
contenido que le es propio: los "hechos irreductibles"
en el orden sensible, las "verdades
evidentes" en el mental-racional y las "intuiciones reveladoras"
en el espiritual. Estos tres dominios (y
los correspondientes modos de conocimiento) coexisten y se integran, pero no se
pueden confundir ni reemplazar.
La psicología, como señaláramos en los
comienzos de esta exposición,
más allá de las definiciones estrictas con que se quiera delimitar
su objeto, tiene que ver con el "universo humano" que se
resiste a ser reducido a los estrechos límites impuestos por el positivismo
para reconocerle el carácter de ciencia. Prueba
palmaria de ello es que el 90% de lo que habitualmente se entiende por
psicología se sale fuera de tales
límites,
con lo cual algo resulta evidente:
O bien desde el positivismo no es posible
dar cuenta de la "realidad" humana, o bien la
mayor parte de lo que en Occidente se ha desarrollado como psicología es una
gran estafa intelectual y social, lo que por sí solo merecería la correspondiente
explicación científica.
La Ciencia en el sentido positivista es un
conocimiento válido sólo en el dominio empírico, esto es, en lo relativo a
todos aquellos procesos y fenómenos que admiten algún tipo de cuantificación y
medida, la "res extensa" o
mundo material. Y como dijo
Huston Smith:
"Con la ciencia no hay problema,
el problema radica en el
cientificismo. Mientras la ciencia es
positiva y se con-
tenta con describir lo que descubre, el
cientificismo es
negativo porque va más allá de las conclusiones
reales
de la ciencia, negando la validez de
otras formas de co-
nocimiento y rechazando la importancia
de otro tipo de
verdades". (1)
Una psicología a
la hechura y medida del modelo positivista sólo puede ser una psicología
orientada en la dirección de los procesos fisiológicos y en última
instancia irremediablemente
reduccionista, lo que equivale a
decir carente de contenido
específicamente psicológico en cuanto a la significación,
intencionalidad y vivencialidad de
los hechos psíquicos.
1. Citado por Wilber K.,
ob. cit., p. 36.
La
psicología, en consecuencia, no puede dejar de estar orientada a la captación de esta triple dimensionalidad
de lo "psíquico" y, sin perder contacto con el substratum físico-químico y
fisiológico, estar abierta a las
dimensiones suprasensibles e intransferibles de las experiencias más sublimes en tanto y en cuanto son experiencias del hombre
que lo vinculan con aspectos no sensibles ni conmensurables de la Realidad.
Esta actitud ante la psicología como campo
del conocimiento, natural mente que se asienta sobre una ontología
no-positivista que los positivistas rechazarán de plano como
"metafísica" y, desde tal
perspectiva, carente de valor. Ante tal crítica no hay justificación posible ni
cabe tal propósito porque entre uno y otro paradigma existe inconmensurabilidad
a partir de los supuestos ontológicos y epistemológicos en los que ambos se apoyan.
Y esto es acaso lo que se requiere poner de
relieve: el hecho de que la alternativa no se da entre ciencia y pseudociencia,
sino entre Weltanschauung, "cosmovisiones" o "ideologías" divergentes, sin
que ello suponga el rechazo de la
ciencia empírica, pero sí de la deformación de la ciencia en forma de
cientificismo, de la misma manera que el rechazo de la superstición y el
fanatismo religioso no implican el rechazo de la religiosidad genuina
sino, por el contrario, su
revalorización.
La ideología dominante en torno al
concepto positivista de la ciencia puede
expresarse, en términos de Houston
Smith caracterizando el pensamiento del
filósofo de la ciencia Willard Quine,
del siguiente modo:
"...en el mundo sólo hay un
tipo de entidad, los objetos
físicos estudiados por la ciencia
natural y, en segundo
lugar, que en el mundo no hay más que un tipo de cono-
cimiento, el conocimiento
perteneciente a la ciencia na
tural." (1)
Pensamiento al que podemos contraponer
no la visión de un místico, sino la del eminente científico
(Premio Nobel de Física, 1933) Edwin
Schrödinger, a quien citáramos en la portada y a quien volvemos a recurrir para
cerrar estas reflexiones, que por 1956 señalaba:
"La Psicología, una ciencia
relativamente nueva, exige im
periosamente un espacio vital, y hace
inevitable la re-
consideración del gambito inicial*
(...) el mundo de la
Ciencia se ha concentrado en un
objetivo horrible que
no deja lugar a la mente y sus
inmediatas sensaciones...
Debería reconsiderarse la actitud
científica, la Cien
cia debe construirse de nuevo." (2)
Hasta aquí el alcance de estas reflexiones
sobre la científicidad de la psicología, las que nos dejan como corolario la
necesidad de trascender los estrechos límites del paradigma positivista como
superación de estériles dicotomías del tipo ciencia-pseudociencia,
saber-charlatanismo, no obstante lo cual la psicología no puede permanecer
indefinidamente como una multiplicidad
de interpretaciones y prácticas desconectadas entre si y, no pocas veces,
enfrentadas entre sí. He ahí un estado de cosas que expresan el nivel de
desarrollo de la disciplina, el cual irá siendo superado muy probablemente con
el transcurso del segundo siglo de su histo
1. Wilber, K.
ob. cit., p. 41
* Schrödinger se refiere a la exclusión de la Conciencia
en la represen
tación del mundo
edificada por la Física.
2. E. Schrödinger, Mente y Materia, pp. 43-45
ria
en el que nos encontramos. Para ello no sólo deberá abrirse el diálogo hacia el
interior de la disciplina, sino que los psicólogos deberemos mirar más la
evolución y las crisis en otras disciplinas, particularmente en la física, cuya
revolución en el primer cuarto del siglo XX no sólo afectó a esta ciencia sino
que su onda expansiva (aún no debidamente percibidas en las ciencias humanas,
que muchas veces siguen encorsetadas aún en el modelo positivista clásico) se hace
sentir en el pensamiento humano en su
generalidad donde, luego de cuatro siglos, es posible que nos encontremos ante
un Novum Organon en su 3ra. versión:
Aristóteles, Bacon-Galileo-Newton, Física postnewtoniana (cuántico-relativista).
La psicología del nuevo siglo, luego de
los pioneros y el desarrollo de las grandes escuelas, se encuentra ante nuevos
desafíos, deberá conformarse como un saber sólidamente fundado e integrado (en
sí mismo y con las demás disciplinas del hombre) sobre la complejidad de lo humano. No
deberíamos olvidar, finalmente, esta aguda observación de Bertrand Russell:
“…Toda la materia prima de nuestro
conocimiento consiste en
sucesos mentales de
la vida de
personas separadas. En
esta región, pues, la psicología es la instancia suprema.”(1)
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•Schrödinger E.: "Mente y Materia".
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•Yalom E.: "Psicoterapia
Existencial". Herder, Barc., 1984.
*Citas de Portada: E. Schödinger, “Mente
y Materia”, pp. 65-82-66
►Erwin Schrödinger: nació en Viena en
1887; dedicó su vida a trabajar
en Física atómica, Física
del estado sólido y Mecá
nica estadística. Estudió,
enseñó e investigó en
la Facultad de Ciencias de Viena
hasta 1927, des-
plazándose a Berlín para
secundar a Max Planck en
la cátedra de Física. En
1933 es galardonado con
el Nobel y debe abandonar
Alemania ante el adveni-
miento del nazismo. Como
todos los grandes hombres
de ciencia, preocupado por
la Humanidad, no dejó
de cuestionarse, desde su
conocimiento de científi
co, sobre los temas más
cruciales del pensamiento
humano.
Lic. Eduardo J. Berra
Psicólogo
Prof.
Asociado Epistemología de la Psicología
Fundación
Barceló – La Rioja (Argentina)
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